sábado, 28 de febrero de 2015

Rabietas


Ya he contado en más de una ocasión que durante la primera rabieta de Leo acabé llorando. Estaba tan desconcertada, asustada, preocupada al ver a mi hijo en ese estado... Me sentía absolutamente impotente por no poder ayudarle. Estuvo llorando mucho rato; muy fuerte, muy desesperado. Para mí estaba claro que sufría, y mucho. No quería que le habláramos, ni que le cogiéramos, pero tampoco que nos fuéramos. Al final conseguí calmarle con la teta.

El origen de la rabieta fue que se despertó de la siesta llorando, como casi siempre, y quiso que le volviéramos a dormir, paseándole en el carrito (siempre se echaba la siesta en el carro, igual que ahora su hermana). Al ver que no, que le cogíamos y le sacábamos de allí, se desencadenó todo. ¡Leo siempre ha tenido muy mala leche al despertar de la siesta!

Dicen que las rabietas van más o menos de los 2 a los 4 años. Si esto es verdad, con Leo nos queda poco ya. Tiene 4 años y 4 meses y sigue teniendo algunas, aunque ni tan fuertes ni tan largas como antes. Él empezó antes de los dos años. Revisando entradas antiguas he encontrado esto (aquí el enlace):

El domingo tuvo una fortísima de unos 40 minutos. Qué mal lo pasa él y qué mal nosotros. Pierde totalmente el control, entra en bucle, no sabe ni lo que quiere, te mira y te llama como pidiendo ayuda pero no soporta que le toques... Grita, tose, se ahoga, es como quisiera expulsar algo que tuviera muy dentro y muy pegado en el interior de su cuerpo... El desencadenante es lo de menos, a los 10 minutos ya ni se acuerda; pide algo, tú se lo das pero él reacciona como si le quemaran vivo... Y así una y otra vez... Hasta que de repente pide otra cosa (brazos, teta, que le pongas dibujos...). Lo haces, y... milagro, la rabieta termina de repente tal como empezó.

Quiero escribir un post sobre ellas porque realmente creo que vivirlas es muy duro, al menos lo está siendo para mí. Y creo que hay algo de confusión entre rabietas y "simples" berrinches. Leo es cabezón como él solo, y berrinches, enfados, o como lo llame cada una, tiene mil y más cada día... Pero las rabietas son otra cosa. De lo que yo hablo es de algo que desde luego no tiene nada que ver con llorar para conseguir algo que quiere.

Efectivamente, en el caso de Leo las rabietas son una auténtica pérdida de control, una especie de crisis de histeria o ansiedad. Hoy en día, cuando tiene una, incluso te dice: ¡¡¡es que no puedo, mamá, no puedo calmarme, no puedo dejar de llorar!!! Y da saltos y agita los brazos mientras dice (sin dejar de llorar): ¡¡¡ayyyy ayayayay...ay!!!, con la cara desencajada.

Hace mucho encontré un articulito en un blog que guardé como un tesoro. Es éste, leed porque merece la pena. Cita a Aletha Soler para diferenciar tipos de rabietas:

1. El niño tiene una necesidad básica (hambre, sueño...).

2. El niño tiene información insuficiente o equivocada de la situación en la que nos encontramos: no entiende que tenemos que ir al médico y quiere jugar más en el parque, para él eso es lo importante (los niños son egocéntricos por naturaleza hasta los 3-4 años al menos, es una fase normal), no comprende por qué cogemos una caja de cereales en vez de otra...

3. El niño necesita descargar tensiones, miedos o frustraciones presentes o pasadas.

La autora del artículo dice que no encuentra situaciones recriminables en ninguno de los tres casos. Yo estoy de acuerdo. De hecho de cada una de las situaciones se puede aprender mucho.

Cuando Leo tenía dos años sus rabietas eran casi siempre del tipo 1 y algunas veces del tipo 2. Dos años después, las rabietas del tipo 1 y 2 han disminuído (que no desaparecido) y las del 3 han aumentado.

Leo podía estar una hora llorando porque no podía coger 5 cuentos a la vez para trasladarlos a otro sitio. No entendía por qué no podía. Sólo sabía que quería hacer eso. Era imposible explicárselo, esa explicación estaba fuera de su alcance, de su comprensión. Además sólo gritaba y gritaba, con lo cual no te podía oir.

Cuando empezó el colegio, descargaba tensiones por la tarde de mil maneras distintas, ¡se inventaba los berrinches y las rabietas, los sacaba de la nada! Siempre había una razón para liarla... Esto es más normal de lo que parece, muchos niños son "muy buenos” en el cole y por las tardes los padres alucinan recordando lo que les cuenta la profesora mientras ven cómo su hijo se tira al suelo poseído por el demonio.

Este artículo de Rosa Jové, Quiéreme cuando menos me lo merezca, porque será cuando más lo necesite, es muy bueno también. Al principio todo este tema puede provocarte frustración, porque lees que realmente no hay nada que hacer para que tu hijo no tenga rabietas, lo único que puedes hacer es trabajar contigo misma para comprenderle a él y tomártelas tú de la mejor manera posible. Las rabietas son sanas, son expresiones de emociones, y si permitimos que un niño pequeño exprese sus emociones y no las perciba como algo negativo, aprenderá a ser empático, a ser asertivo, a ser sincero, a ser comunicativo. Podemos pensar que no es bueno ni sano expresar de esta forma las emociones, con gritos, pataletas, con rabia y llantos... pero esto lo sabemos los adultos, y lo sabemos simplemente porque hemos aprendido que hay otras formas de expresarse. Poco a poco los niños también iran aprendiendo a expresar las cosas de otra forma, pero es que en las primeras rabietas a veces no saben ni hablar, tenemos que tener paciencia. Con todo y con eso, muchos adultos parece que no han superado la etapa de las rabietas, habría que ver si les dejaron de pequeños expresarse con libertad y sin coacciones. ¡Sería interesantísimo poder hacer un estudio así!

Naomi Aldor habla también de esto en su libro Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos, ed. Medici. Un libro que te hace pensar mucho, altamente recomendable. Utiliza el concepto de validar las emociones. ¿Y qué es validar? Pues es magia. Sí, magia.

Validar es lo contrario a negar o minimizar los sentimientos del niño. Validar es decir “¿te has hecho daño, por eso lloras?” en vez de “no ha pasado nada, ¿a que no?”, cuando un niño se cae. La validación es escuchar al niño, ayudarle a verbalizar sus sentimientos aunque sea a través de tu voz. Permitir que se exprese y hacerle notar que le comprendes y que no está mal que se sienta como se siente.

Cuando Leo lloraba porque quería algo, o cuando llora Nora ahora, es increíble cómo se rompe la dinámica de la rabieta al decir “tú quieres ir al salón, ¿verdad? No quieres dormir y quieres ir a jugar al salón. Ya.” (por poneros en situación, 2 de la mañana, tercer despertar.... por ejemplo). Y esa frase la dices de verdad, con calma y mirando a tu hijo a los ojos. Sin dramas, sin elevar la voz.

Y el niño para de llorar. Abre mucho los ojos, te mira... y asiente. En su idioma te está diciendo: "¡¡¡Sí!!! ¡Me comprendes! ¡Me siento comprendido, sabes lo que me pasa!". Es la caña, de verdad, probadlo. No os saltéis ese paso, no vayáis directamente al “no podemos quedarnos aquí porque tenemos que...”. Decid primero “tú quieres quedarte aquí, ¿verdad? Ya, es que te lo estás pasando bien y te pone triste irte. Yo también quisiera quedarme”.

Una frase de Naomi Aldor sobre la validación es “cuando los niños perciben que pueden mostrarse como son, que pueden sentir lo que sienten y cuando se dan cuenta de que nos importa su punto de vista, suelen crear la solución a su propio problema, o hacer las paces con la realidad”.

La cuestión es que lo que importa es lo que siente el niño, no cómo lo expresa. 



Ahora sí, no esperéis milagros. A mí, después de validar, me salía el: “...pero nos tenemos que ir porque...” ¡Y ese “pero” lo jodía todo, jajaja! Pero como dice Naomi, la validación es su propio resultado. No es un método para controlar el comportamiento del niño. El resultado es que el niño se siente seguro sintiendo y expresando plenamente sus sentimientos. Y esto es, en todo caso, una inversión a futuro.

Al final, los truquitos son lo único a lo que podemos agarrarnos para pasar esta etapa sin perder toda nuestra dignidad. Algunos que a nosotros nos han servido (o que pienso que son acciones muy positivas) son:

-Evitar la rabieta. Éste lo dice mucho Rosa Jové, y es el más efectivo... Y el más difícil. La maniobra de distracción suele funcionar cuando son pequeños. No llevarles a sitios que les estresan o les excitan, no pasar por delante de una tienda de chuches si sabemos que van a pedir y que no les vamos a dar. En fin, este recurso yo creo que lo utilizamos todos a veces. Yo personalmente intento explotarlo al máximo, aunque hay que ser previsora y a mí no se me da muy bien.

-Darle poder y libertad en su vida. Sí, aunque sea un bebé. No mantenerle “atado” con normas y normas y normas... no imponer prohibiciones absurdas, dejarle elegir todo lo elegible. Puede parecer que así favorecemos las rabietas y no al contrario, pero si un niño se siente libre, se siente con poder... ¿para qué va a montar rabietas para conseguir las cosas? No tendrá necesidad de expresarse así. Esto no quiere decir que si crias así a tu hijo no tenga rabietas. Para mí la personalidad del niño es lo que más influye. Pero creo que criar hijos reprimidos no nos lleva a nada bueno, y en la medida de lo posible yo intento que no lo estén demasiado, teniendo en cuenta que tienen que cumplir a lo largo del día infinidad de normas.

-Permanecer a su lado sin agobiarle y respetar en la medida de lo posible sus necesidades. Algunos niños reclamarán brazos, pero en muchas ocasiones no quieren ni que les toques. Leo concretamente no quería que le tocáramos ni que le habláramos, pero sí que le miráramos, que le prestáramos atención. Él solía mirarnos fijamente mientras lloraba, como pidiéndonos ayuda o como si fuéramos su tabla de salvación en el océano, y si apartábamos la vista se ponía más histérico aún. Habrá gente que diga que hay que retirarles la atención, hacer como si no estuvieras fijándote... Bueno, yo pienso que hay que hacer lo que al niño le ayude, y no veo ningún problema en eso. Cuando Leo se ha hecho más mayor sí he probado a veces lo de “mira, Leo, yo estoy aquí, cuando dejes de llorar y gritar te ayudo, así no puedo hacer nada”, y me siento a leer una revista y ya. Pero es que de verdad que no puedo hacer nada más, no es teatro. Y él ya entiende lo que le digo, estoy hablando de los 3 años para adelante. En cualquier caso, si él reclama que yo esté a su lado, que le hable, yo lo intento, y digo intento porque a veces no se le entiende nada o con cada cosa que digo se cabrea más y tengo que retirarme un poco aunque le moleste. Como véis, depende mucho también de la situación concreta.

-Validar emociones. Como he explicado antes, es pura magia.

-No hablar demasiado. No es el momento de soltarle una chapa, y menos con tono enfadado. En todo caso después, aunque cuando son muy pequeños, dos añitos, por mi experiencia tampoco sirve de mucho pero bueno, no está de más hacerlo. Eso sí, no esperes que te haga caso. Parece una tontería pero no, no puedes pretender eso, quizá cuando lleves 800 millones de veces repitiendo lo mismo, lo asimilará, coincidiendo con el momento exacto en el que se supone que lo asimilan todos, para dejarte con la duda de por vida de si gastaste toda esa saliva en vano. Cuando ya son más mayores, como Leo ahora, pues ya sí se pueden explicar más cosas, claro. E incluso yo “me meto” en medio de la rabieta para intentar cortarla, hablándole, pidiéndole que se calme...

-Ofrecerle alternativas si es posible. Aquí de nuevo habrá mucha gente que diga que eso es malcriar, dejar que él gane... Pero cuando te liberas de toda esa carga heredada te das cuenta de que aquí no hay ganadores y perdedores, y de que el miedo no nos lleva a ningún sitio. No veo peligro en decirle a mi hijo que no se preocupe o que no se enfade porque no podemos sacar las témperas ahora, que si quiere podemos hacer otra cosa que yo sepa que le gusta y que es más factible en ese momento. Aunque él esté berreando y chillando. Si no penalizamos automáticamente esta expresión de sentimientos, veremos que como padres podemos hacer muchas más cosas por nuestros hijos y que podemos ser un poco más felices todos. Eso no quita para que poco a poco le vayamos inculcando que también nos podemos expresar sin gritos y llantos, incluso aunque estemos enfadados. Y digo también, no “en vez de”. A veces no es malo gritar, y mucho menos llorar. Yo suelo decir que me molestan los gritos, que me hacen pupa en los oidos y que por eso todos tenemos que intentar no gritar, para no hacernos daño los unos a los otros.

-Cuentos sobre emociones y hablar sobre emociones. Si un niño sabe lo que es estar enfadado, triste, nervioso, con miedo... aprenderá a reconocer esas emociones, las comprenderá y tendrá más recursos ante sus propias frustraciones y enfados. Además, cuando controle el lenguaje podrá decir cómo se siente.

-Relativizar. Desde que soy madre, este verbo es un mantra. Sobre todo desde que soy madre de dos. Nada es tan grave, no hay consecuencias fatales, todo pasa.

-Sentarse y no hacer nada mientras no pierdes la calma. ¡Éste es el mejor, jajaja! El estado zen es el objetivo final. ;-) No perder tú la calma, no explotar porque, con perdón, entonces la has cagado (yo la cago continuamente, ejem...). Además los niños perciben nuestras tensiones y las reproducen en sus propias acciones. En otras palabras, cuando peor estás tú, más cabrón estará él! ;-) Hay que hacer borrón y cuenta nueva, poner el contador a cero, y vuelta a empezar.


En definitiva, de todo se aprende, y de las rabietas también, y mucho. Para mí la clave somos nosotros, los padres; cómo nos las tomemos. Sin miedos, sin sentimientos de culpa, sin rechazar la expresión de sentimientos de nuestro hijo y con infinita paciencia. Intentando cada día comprenderle mejor y ayudándole en su aprendizaje emocional. Ese aprendizaje emocional es uno de nuestros mayores retos ahora con Leo, creo que entramos en una nueva etapa que durará mucho... ¡y que promete ser apasionante! :-D

¡Feliz maternidad!

10 comentarios:

  1. Gran post, compañera y q bien me va a venir. Nosotros estamos ahora en pleno apogeo y ayyy, q mal se pasa!!!
    Y nos pasa a menudo lo q tu explicas muy bien, q en la guarde o en casa de los abuelos es un angelito y en casa se transforma, pero casi q lo prefiero porque yo se cómo tratarlo y respetarlo y en otros sitios se que lo castigarían y sería peor. Muakkkkk

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues tienes razón, mejor que sean buenos en clase. En los coles castigan, en casi todos, y a veces apartan los niños sólo por ser niños, no por hacer nada malo.

      Por aquí tampoco estamos en buena racha, Nora es muuuy insistente :-D y Leo sigue teniendo arranques bastante fuertes. Cuando lloran y gritan los dos a la vez me dan ganas de coger la puerta y pirarme lejos! ;-)

      Besos!!!

      Eliminar
  2. Buff, que post más interesante. Aunque en mi caso también algo espeluznante porque nosotros estamos recién aterrizados en esta fase. A mi me cuesta mucho mantener la calma con las rabietas, me alteran muchísimo y alguna vez ya me ha salido el "ay, pero deja ya de llorar hijo que no aguanto más tus llantos". Pero bueno, supongo que al final es cuestión de disciplina, pero no para con ellos si no para con uno mismo (aguantar el tipo, no desesperar, tener paciencia...)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, esa es la clave Paula, y es difícil, bueno al menos para mí que soy muy pasional y un poco gritona... ejem. Por eso a mí me ayudó tanto meterme en la mente de mi hijo, comprenderle. Por eso me gustó el libro de Naomi Aldor. No da recetas (bueno, alguna), sobre todo te ayuda a entender a tu hijo y a saber cómo actuar sin coartarle. Otra cosa es el día a día, en el que cada una hacemos lo que buenamente podemos, y a veces eso es cagarla una y otra vez!

      Un beso, gracias por pasarte y no te "espeluznes", mujer! ;-)

      Eliminar
  3. Me ha gustado mucho tu post, a ver sí consigo ese libro de Naomi Aldort,tiene muy buena pinta; por aquí principalmente las rabietas son por sueño o cansancio y a veces son de un bucle del que no quiere nada ni a nadie, reconozco que las primeras veces me dieron hasta ganas de llorar a mi, ahora ya la voy llevando,intentó no ponerme muy nerviosa,pero también es cierto que de momento no son muy a menudo,a ver... Buenos consejos!
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno pues que sigan siendo no muy a menudo... Mejor así! ;-) El libro merece la pena, te hace pensar. Un beso!

      Eliminar
  4. arrgggg miedo me da esa etapaaaa, de momento las rabietas son relativamente sencillas pero...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nunca se sabe, muchos niños pasan esa época muy muy suavecita... Ya nos contarás! ;-)

      Eliminar
  5. Pues yo me estoy leyendo ahora el libro de Naomi Aldort, y tienes toda la razón los niños agradecen mucho que hables en su idioma. Maia ya tiene unas rabietas de aúpa, mucho más intensas que las de su hermano y eso es mucho decir. Socorro!!! Haremos lo que podamos.
    Gracias por el post es muy gráfico.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro mucho de que te sirva y te ayude. Haremos lo que podamos, sí. Nora es cañera también aunque no sé si supera a Leo, son estilos diferentes, ainnns. ;-) Yo tengo claro que tengo que trabajar yo conmigo misma, y eso es lo que me esulta más difícil.

      Un besazo!!

      Eliminar