Así vivimos. Así
padezco día tras día. Así me voy cabreando desde la mañana hasta
la noche.
Leo está simplemente
insoportable. No sé si será una crsis de celos o qué, pero yo no
puedo más ya con sus berrinches. Grita como si fuera un cerdo
desangrándose, patalea en el suelo y su mal humor llega a límites
insospechados. No se le puede ni mirar a veces. Todo te lo dice
enfadado y por todo llora y monta un drama.
Se frustra cada vez más
fácilmente. Porque no le sale bien el número tres, porque Nora se
acerca a su fila de coches, porque cuando me pide... qué se yo,
cualquier cosa, le digo que no... No hay tiempo para explicaciones,
automaticamente empieza a gritar: ¡¡pero mamá es que yo
quiero...!! Por supuesto en cuanto le decimos (con una voz dulcísima)
que no grite por favor, empieza la ya clásica performance de
apretar puños, poner morritos, cara de ogro, gruñir como si la
garganta se estuviera despellejando, ponerse rojo... y luego saltar,
tirarse al suelo, darse la vuelta y empezar a correr gritando
“NOOO”... Hay diferentes variantes, a cada cual más impactante.
La hora de la ducha y de
lavarse los dientes es directamente para que algún vecino llame a la
policía. Yo no puedo ni escucharle de lejos, lo hace todo su padre
porque me pongo de tan mala ostia que se me ocurren cosas muy
chungas.
Los retos son cada
minuto. Me mira mientras tira la servilleta al suelo y pone cara de
orgullo, por ejemplo. Por supuesto hace mucho ya que no recoge ni
medio juguete sin bronca de por medio.
Ayer no recuerdo ya qué
quería, pero acabó llorando histérico mientras nos suplicaba que
le hiciéramos caso. Yo le digo que cuando deje de chillar y llorar
le hago caso, que si no no le entiendo. ¡No puedo mamá, es que no
puedo!, me responde chillando aún más. Al final se calmó y ya no
volvió a insistir, cambió de tema como si nada. Pero el ejercicio
de paciencia que hay que hacer mientras le dura la rabieta a mí me
pasa factura, el no saltar, el mantener la calma, el no acabar
gritándole tú también a él... Y encima en muchas ocasiones no lo
consigo, qué desastre. De ésta me sale una úlcera, en serio, llevo
días con dolor de estómago y creo que son nervios y tensión.
Me siento a construir con
él, con las piezas de Lego (porque me lo pide) y le da por decir que
no le sale... una casita, por ejemplo. Si le digo que no pasa nada,
drama. Si le digo que vaya rollo, drama. Si no le digo nada, drama.
Es inevitable. Siempre habrá algo que no le saldrá bien y entonces
chillará y llorará y tirará las piezas, o romperá el papel en mil
trozos si está pintando... Creo que hay que hacer algo con esa ira,
creo que debería ayudarle, pero ¿cómo? No se deja. Incluso está
empezando a pegarnos a veces, manotazos inofensivos, pero esa no es
la cuestión sino el acto de pegar, claro ( cosa que ha empezado a
hacer también Nora, por cierto).
Sé que estoy entrando en
un círculo vicioso que no nos lleva a ningún sitio (bueno).
Necesito romperlo. Con un buen descanso (esto es difícil de
conseguir), haciendo algo diferente, poniendo el contador a cero...
Respirando muy hondo.
Y como siempre, para
añadir más estrés, la sombra de si estaremos pasando algo por
alto, de si realmente hay algún problema que no sabemos detectar,
esa corazonada mala que no me abandona del todo... Saber que Leo es
tan sensible, tan “rígido” a veces, que le cuesta tanto ceder...
me da miedo.
Además, se junta Nora,
que está haciendo sus pinitos también con las rabietas. Es
increíble pero nos va a pasar, nos vamos a juntar con los dos niños
en época de rabietas. ¿¿Cómo nos lo montamos tan mal?? Nora
además sólo llora y llora, es más pequeña, es más difícil
hacerla entender... Y ahí está otra vez el miedo que me impide
relajarme. Sé que las rabietas son sólo una fase, pero ella ve a
Leo, siempre expresándose a gritos o con llantos, y no quiero que
piense que eso es lo que hay que hacer, que es una forma válida de
expresarse (¿o es que quizá sí lo es?). Por eso quizá soy más
dura de lo que debería, o pierdo antes la paciencia, o me desespero
más... Nora grita mucho también, y llora por todo, todo lo pide
llorando, y yo ya no sé si es normal o es porque imita a Leo. Y
tampoco sé si deberíamos “coartarla” tanto, si no deberíamos
dejar que se expresara sin penalizar tanto su forma de hacerlo...
Pero el problema es que estamos saturados ya de gritos y berrinches,
llevamos dos años así y ahora son por partida doble.
El problema somos
nosotros, no ellos. Qué complicado.
La mamitis de Nora crece
y crece y a veces yo sólo quiero desaparecer. La de Leo está más
controlada, pero está también especialmente mimoso. Hace unas pocas
noches me pidió que le durmiera yo, se puso a llorar desconsolado
porque quería que me quedara con él toda la noche (él duerme con
papá y Nora conmigo). Probamos un par de veces a que el papá
durmiera a Nora y yo así poder dormir a Leo, pero Nora lloraba
llamándome... No podía ser. Leo se conformó pero ahora todas las
noches voy y me tumbo con él un poquito y le cuento una historia. Me
abraza mucho y me da muchos besos en esos momentos, casi con ansia.
Nora quiere teta a todas
horas, tengo el mamá taladrado en el cerebro y me provoca hasta
ansiedad, no hay manera de que esté tranquila con papá ¡e incluso
con los abuelos me llama cada dos por tres! Lleva muchos meses yendo
con ellos casi a diario, unas horitas por la mañana, y aún sigue
llamándome de vez en cuando y hay que entretenerla corriendo. Sigue
siendo una lapita y sé que seguirá siendo así mucho tiempo, yo ya
no me hago ilusiones.
No tengo tiempo de pararme a pensar, ni tiempo ni fuerzas. Cuando sólo estaba Leo su padre y yo hablábamos sobre sus rabietas, sobre cómo enfrentarnos a ellas. Intentábamos entenderle, nos poníamos en su lugar. Yo leía libros, reflexionaba... Ahora siento que no hacemos nada, sólo sobrevivir a ellas, sólo somos autómatas esperando nuestro descanso y diciendo siempre las mismas frases... No me gusta. Pero los dos demandan y demandan y demandan a la vez... Es una locura.
Sólo espero que el nivel baje un poquito. Creía que habíamos pasado lo peor de ser padres de dos, pero Nora me tiene descolocadísima. Llevo fatal sus ya cercanos dos años...
Ni imaginarlo quiero.
¡Feliz maternidad! ;-)