lunes, 15 de diciembre de 2014

Porteo: la bandolera de anillas

Comencé a usar la bandolera con Leo alrededor de sus dos meses de vida. Hasta entonces había usado únicamente el fular elástico. Compré una por internet, en una tienda de porteo ergonómico que tenía un apartado de liquidación, y a pesar de eso fue carilla. Era de tela de fular, un Ellevill Zara Black. Con anillas plateadas. Preciosa.

Me costó un poco pillarle el truco. Recuerdo que escribí en el foro de Red Canguro preguntando dudas (por aquel entonces estaba muy activo) y me confirmaron que no era tan sencillo como podía parecer. Pero con un poco de práctica y dos o tres truquillos me hice con ella. Enseguida empecé a usarla (en la foto con 4 meses).



 Con Nora me lancé antes, claro. Aquí tiene 8 días y la llevo en una de algodón y lino, preciosa, marca Didymos. Tiene muchísimo soporte, aunque a la vez es muy fina y fresca.


 No hay nada tan calentito como el fular elástico, pero la bando era muy cómoda en el sentido de que vestías al bebé, te vestías tú, y el portabebé iba por encima de toda la ropa. No había que pensar en  si abrigar mucho a Leo y usar yo mi abrigo o si usar uno común... Además la bando no abriga tanto como para plantearse no ponerle tanta ropa al bebé (con el fular esto sí pasa). Simplemente le vistes según el frío que haga y sales. 

Para mí siempre ha sido muy incómodo ponerme un abrigo por encima de la bandolera. Al ser un portabebé asimétrico, la movilidad del brazo que carga al bebé no es la misma que la del brazo libre, y además un hombro queda con tela por encima y el otro no. Por eso yo prefiero abrigarme yo también y lo último ponerme la bando. Aunque todo depende de lo que vayas a hacer, si mayoritariamente vas a estar en un sitio cerrado, quizá merece la pena ponértelo por encima y así poder quitártelo sin necesidad de mover al bebé.


Ese día íbamos al centro comercial. Nora (3 meses) se quedó tal como estaba, planchada contra mí. No la abrigaba demasiado porque cuando son tan pequeñitos la bando sí les cubre bastante, como véis. Yo seguramente llevaría alguna manga larga atada a la cintura. Estábamos en abril pero yo tengo muchos calores los primeros meses después de parir, y el bebé es una estufita, además. 


Aquí íbamos a dar un paseo al aire libre, y así salíamos. Leo (3 meses) no llevaba abrigo, los primeros meses no lo llevó nunca. Sudaderas, forros polares... Pero no abrigos tipo plumas, que son incómodos para poner a los bebés pequeñitos en los portabebés. Esta bando fue uno de los "portabebés viajeros" que se lanzaban en Red Canguro. ¡Probé de todo, era genial! Ese foro fue maravilloso en mis inicios en el porteo, y aún me queda alguna amiga de entonces. Quedábamos y nos enseñábamos lo que teníamos y las expertas nos ayudaban a las novatas.

Lo mejor, lo mejor de la bandolera es que es... amorosísima. Es el portabebés perfecto para achuchar a tu hijo, mecerle, dormirle, sentirle... Es como cogerle en brazos y abrazarle pero con mucha más movilidad, libertad y sin jorobarte la espalda. Yo siempre lo utilizo cuando están malitos, para tenerles cerquita, para dormirles en las noches difíciles... 


Esta bandolera es de tela de sábana, algodón orgánico finito (arriba Nora con 7 meses y abajo Leo con 9). Es una gozada de bando, super suave. Me la hizo una artesana de Red Canguro, precisamente. Son baratas y lo mejor para el verano y para casita. Para bebés grandecitos no es lo mejor, porque no soportan mucho peso. Yo ahora con Nora uso siempre la de tela de fular con lino. Pero esta bando para mí es muy especial porque ha sido protagonista de muchos momentos de amor. 


La bandolera de anillas respeta la postura ranita del bebé, sirve para dormir porque la cabecita no se les cae (sólo tienes que subirles la tela de la espalda y tensar) y se puede usar desde el principio. No es lo más útil si quieres hacer cosas de la casa, agacharte y levantarte varias veces... Para eso mejor fular o mochila. Pero es el portabebés de los mimos, de las siestas, de hacer cositas sencillas junto a tu bebé, de dar paseos cortos... Y como portabebé de "sube y baja", lo mejor. Cabe en un bolso normal y cuando tu hijo ya anda, es muy útil llevarla para los ratos en los que se cansa. Yo la uso mucho por ejemplo para ir con Nora a la pequeteca. Aparco el coche y son unos 5 minutos andando. Ahora que hace frío y que casi siempre llego medio tarde, nos abrigamos, me la pongo en la bando ¡y listas! Es más cómodo que una mochila, incluso. El exceso de ropa es horrible para ponerse y ajustar portabebés, y en esto la bando para mí gana a todos los demás. Se puede llevar en el coche, en la cesta del carrito... (En la foto Leo con 3 meses dormidito, y yo aprovechando para hacer las fotos de los portabebés viajeros, jajaja. Qué vicio con las fotos de "los trapos").



Cuando son ya mayorcitos y les gusta verlo todo, les puedes llevar más hacia la cadera. Éstas son de Nora con 15 meses:



Las fotos más tiernas son con la bando. Están tan acurrucaditos, tan unidos a mí y yo a ellos...  (Leo con 14 meses).



Es un portabebé en el que siempre van delante (bueno, las super expertas se ponen la bando detrás pero yo ni lo he intentado. La verdad es que para portear detrás hay otras opciones mejores). Yo a partir de los 5 meses más o menos los he llevado siempre a la espalda (pesan mucho menos, la espalda lo agradece, ellos tienen más visión...), pero la bando la he seguido usando mucho, para esos momentos en casa, para combinar con carro, para ir a por el pan o al parque de al lado de casa... (En la foto Leo con 5 meses).


En resúmen: rápida de poner, de subir y bajar al bebé, fácil de llevar porque ocupa muy poco espacio, lo más fresco en verano, lo más fácil en invierno con abrigos gordos puestos. Para ratos cortos (no horas como el fular o la mochila), delante o a la cadera. Y cuanto antes empieces a usarla, menos te costará cargar a tu bebé en ella cuando sea más grande. ¡Porque en la bando pesan! Eso sí, siempre menos que "a pelo". 

Podría hablar y hablar sobre bandos, pero creo que es ya un post demasiado largo... ¡Preguntad lo que queráis y feliz semana!

jueves, 11 de diciembre de 2014

Los bebés sí sienten la separación



¿Tiene séis meses y aún no te has separado de él? Le vas a volver loco, eso no es bueno ni para él ni para ti.

¿No va a la guarde? Yo creo que a esta edad les viene bien estar sin mamá a ratos.

No pasa nada por que duerma fuera una noche. Que los disfruten los abuelos que también tienen derecho.

Lo pasan peor ellos que tú.

Ellos no se dan cuenta.

Si luego no te echan de menos.


Frases que juzgan, que tergiversan.

La cultura de la separación nos arrolla, nos envuelve. Nacer es empezar a separarse de la madre... y cuanto antes mejor. Dependencia, esa palabra nos horroriza. Aunque hablemos de un bebé de meses. Aunque hablemos de un niño de 4 años.

Y parece que admitir que nuestros hijos sí dependen de nosotras es un fracaso, es menospreciarles. “Mira, éste se va con cualquiera, será golfo”. Y la madre lo dice con orgullo. “Es que le cuesta habituarse a la gente nueva...”. Y la madre lo dice avergonzada.

Los bebés sí sienten la separación. ¿Cómo podrían no sentirla? ¡Están conectados a nosotras! Y sí, nos echan de menos. Si nos quieren y somos lo más importante para ellos, ¿cómo no van a echarnos de menos? Y tan respetable es que duerman con los abuelos desde los 5 meses como que no lo hagan nunca.

Yo nunca me fui por la noche cuando estaba sólo Leo. Sentía que él me necesitaba. Y yo necesitaba darle lo que él necesitaba. Negar esas dos necesidades, la suya y la mía, hubiera sido estúpido y doloroso para los dos. Luego nació Nora y unos meses después Leo empezó a quedarse a dormir alguna noche con los abuelos. ¡Incluso se fue a pasar 10 días de vacaciones con ellos al pueblo! Yo quería que él pudiera, que él quisiera, y cuando pudo y quiso lo hizo. Mientras tanto, Nora estaba conmigo. Y sigue estándolo. De nuevo, como con Leo, siento que no está preparada. Toma pecho varias veces por la noche, no duerme del tirón, cuando se despierta llama a mamá. Y nada de eso es malo. Yo podría elegir intentar cambiarlo. O podría seguir su ritmo. De momento estoy siguiendo su ritmo. Y eso no es malo. Tampoco sería malo intentar que se acostumbrara a dormir sin mí, sin su teta. Pero simplemente no quiero hacerlo. He elegido no hacerlo. Y eso no es malo.

Me gustaría vivir en un mundo donde los niños tuvieran más cabida y protagonismo. Donde la sociedad fuera consciente de que son seres humanos con derechos. Donde no se les relegara, ni se relegara, minimizara e incluso negara su dolor y sus emociones. Donde una madre no tuviera que salir de cena casi recién parida, con los pechos a punto de explotar y su bebé en casa con la abuela y un bibe, sólo porque se supone que es lo que tiene que hacer. Porque no ir a esa cena con tus compañeras de trabajo significa que “tu hijo te ha cambiado la vida” y eso es lo último que debes permitir (por detrás de que “te use de chupete”, otra gran frase de la maternidad).

Me gustaría vivir en un mundo, en una sociedad, en la que no se machacara a una madre por no querer irse de “viaje romántico” con su pareja. Abuelos, amigos, la susodicha pareja... Todos presionando de una forma u otra para que se separe un poco de sus hijos, preguntando qué es lo que pasa, qué problema hay, si estás bien, si no crees que ya es hora... Otra vez frases, preguntas, que encierran trampa. ¿Problema? ¿Hora?

Me gustaría que una madre se pudiera ir de finde con sus amigas y sin sus hijos sin necesidad de escuchar de cien bocas distintas, con tono condescendiente y aires de superioridad: claro, si es que esto hay que hacerlo de vez en cuando. ¡Hombre, ya era hora! Esto viene bien, es necesario para ti y para ellos. Buá, si luego con los abuelos están genial.

Que no. Que no es una terapia. Que no estamos remediando un error o solucionando un problema. Sólo me voy de finde, coño. Y no necesito tampoco que nadie me diga que mis hijos van a estar genial con sus abuelos como si yo no lo supiera, y no necesito que nadie “me consuele” o me anime como si hubiera dado un gran paso (“hola, soy una madre loca y después de X tiempo me voy de finde”. Suenan aplausos). Y sí, soy consciente de que mis hijos sí me echarán de menos, y me voy siendo conciente de eso, y ser consciente de eso es bueno para mí y para ellos. Y lo que no es bueno es que me intenten hacer creer que esto no es así. Los niños son ellos, no yo. Y yo sé lo que hago y merezco respeto hacia mi forma de criar.

Todo esto afecta más cuando es otra madre la que lo hace, la que lo dice. Y si es la propia puede resultar dolorosísimo. Es cuanto menos curioso comprobar cómo el sentimiento de culpa atraviesa generaciones.

Me encantaría que nos tuvieran en cuenta, a las madres (¡y a los padres!). Porque sabemos lo que hacemos. Y me encantaría que todo el mundo dejara de actuar como si los bebés no existieran. Existen, son el futuro, y si no fuera por ellos este mundo no tendría sentido. Así que vivamos acorde con sus necesidades y no al revés. Todos. Madres, padres, gobiernos, empresas. Si esto sucediera quizá seríamos, las madres (y los padres), todos, un poco más libres a la hora de hacer o no hacer ciertas cosas e iríamos un poco más a la par... O eso quiero creer.

Es que parecemos tontos, a veces. O inhumanos, no sé.

Feliz maternidad.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Conversaciones en el coche

Hace poco me perdí con el coche volviendo de un curso. Soy novata conduciendo, me saqué el carnet embarazada de Nora, y creo que nunca lograré ya hacerme con las carreteras de Madrid, con las “emes” y el tráfico. Llevo demasiado tiempo de copiloto, mirando el cielo por la ventanilla del coche o del tren o del autobús, sin preocuparme de por dónde me llevan.

Así que me perdí por la M-30, tragué saliva y vi cómo me alejaba más y más de mi destino sin atreverme a salirme porque más miedo aún me da entrar en el centro... Acabé en la M-40 y desde allí conseguí salir a mi autovía.

Cuando llegué a casa de los abuelos de Leo, para recogerle a él y a Nora, lo conté. Que si qué lío, que si no hay quien entienda las señales, que si con tanto coche y encima de noche es más difícil... Leo me preguntó que si me había perdido y al decirle yo que sí lo primero que dijo fue: ¿y te ha dado miedo? Y poco más.

Hoy, en coche conduciendo con los dos (con Leo y con Nora), volviendo a casa, empieza la siguiente conversación, que intento reproducir lo mejor posible, aunque es muy difícil retener tanta información, sobretodo en el lenguaje de un niño que aún se inventa tiempos verbales:

-Mamá, ¿te acuerdas de un día que volvías de un sitio y te perdí y ibas a un sitio que estaba yo?

-¿¿Qué??

-Sí, que yo estaba en un sitio y tú te perdiste y te fuiste a otro sitio... Una vez, ¿te acuerdas?

-Aaaah sí, el otro día, que me perdí con el coche volviendo de un curso.

-¡Eeeso decía!

-Sí, iba a casa de los abuelos, ¿te acuerdas? Tú estabas allí con ellos, ¿verdad?

-Sí. ¿Y estaba muy oscuro?

-Nooo. Había luz en la carretera, mucha luz.

-¿Y si había mucha luz por qué te perdiste? (ahí, dando ánimos).

-Pues hijo, porque había muchos coches y no me fijé en la señal.

-¿Qué, mamá? ¿En la señal?

-Sí, un cartel que había y que yo no vi.

-¿Era muy pequeño y por eso no lo viste?

-Que va hijo, era muy grande, así en lo alto de la carretera, pero no me fijé, es que había muchos coches (ya catarás tú la M-30 y lo entenderás...).

-¿Y te fuiste muy lejos?

-Un poco... No mucho.

-¿Y te dio mucho miedo?

-No no, no me dio miedo, sólo que tuve que encontrar el camino para llegar a casa.

-¿Y qué ponía en el cartel?

-Pues ponía “por aquí se va a casa”, y una flecha. Pero no lo vi y me pasé.

-¿Y cuando te paseste fuiste a otro lado que no era casa?

-Sí.

-¡Y entonces ya no podías volver!

-Sí, lo que pasa es que tuve que ir por otro camino.

-¿Otro camino que no era el camino que vías en el cartel que ponía “por aquí a casa”?

-Sí, otro camino.

-Mamá, y tú estabas sola.

-Sí, cariño.

-Pero mamá, perderse por otro camino y si no hay luz... ¡eso da mucho miedo!

-Qué va, yo no tenía miedo Leo, además así la próxima vez me sabré mejor el camino (ni de coña).

-Pero si yo voy solo por un camino y me pierdo, ¡tengo mucho miedo!

-Claro cariño, porque eres un niño, pero no pasa nada porque los niños siempre van con un mayor a los sitios, así que no te preocupes que no te vas a perder. Siempre vas a ir con papá y mamá.

-Mamá, pues puedes ir tú con un mayor, que sea más mayor que tú, y así no te pierdes, él te enseña el camino.

-Pues sí hijo, tienes toda la razón.

-Mamá, si yo fuera contigo no te ibas a perder porque yo sé, hay que fijarse en el cartel. Tienes que fijarte mucho en el cartel. El cartel de “por aquí se va a casa”. Mamá, a mí no me da miedo, si yo fuiba por allí yo no me perdería porque yo sé.

A todo esto llegamos a casa y empieza a contárselo al padre, que lógicamente no se entera de nada. Le pongo en antecedentes y sigue:

-Mamá, yo sé ir por el camino del cartel.

-¿Ah sí?

-Sí. Está a la derecha. A-la-de-re-cha. Fíjate bien.

-¿¿Ah sí??

-Sí. ¡Creo! Creo que es a la derecha. No, o a la izquierda... Mamá, hay un cartel de “fíjate bien”. Fíjate bien mamá, un cartel de “fí-ja-te bien” para el cartel de “por aquí se va a casa" (aquí ya me aguanto la risa).

-Mamá, acuérdate, el cartel grande que está arriba hasta el cielo...

En fin, toda esta matraca mientras yo conducía, así, sin parar. Los niños son increíbles. Me alucinan sus razonamientos y su lógica. Su mente.

Y para terminar, le dice a su padre:

-Oye papá, y cuando mamá estaba sola perdida, y yo en casa de los abuelos, ¿tú dónde estabas? :-DD

miércoles, 19 de noviembre de 2014

22 meses



Las cosas han mejorado en los últimos días. Cuando el amor triunfa todo es más fácil. Aprovecho para escribir sobre mi enanita particular, que ha cumplido ya 22 meses. Releyendo la entrada de los 20 me doy cuenta de cómo van evolucionando las cosas, tan deprisa... Y de cómo ella va dejando atrás algunos “grandes clásicos” para sumergirse en otros.

Los cantajuegos hace... pues eso, dos meses casi que no se ponen. Ahora ponemos Monstruos S.A. a todas horas... Aunque creo que están en proceso de abandono también.

Ya no me pide canciones cada vez que ve un animal en un cuento. Eso sí, cantamos mucho. Se hace todas las coreografías de las canciones de la pequeteca, está tan graciosa... Sus hits  del momento son  Gotita de agua  y Los pollitos dicen, entre otras, aunque yo me descojono sobretodo con los “chuchuwá chuchuwá” de La foca Marisol. En vez de llevar los dos brazos al mismo lado los cruza y además agita los deditos así que más bien parece que está bailando sevillanas.

Leemos mucho. Ahora su cuento favorito es uno de Leo que se llama “Edu ya no quiere llevar pañales”. Ella lo llama “el del nene”.

Ha dejado también de llorar cuando se va con los abuelos. Vuelve a irse tan contenta, diciendo adiós sonriente y tranquila.

Las noches sí siguen siendo igual. Con rachas peores y mejores. Por ejemplo las dos últimas han sido de cortarse las venas, con muchísimos despertares llorando y pidiendo teta a gritos... Espero que sea algo puntual. Tendré que tomármelo con más filosofía porque anoche me cabreé mucho y la pobre no tiene la culpa de nada... Hemos estado hablando de intentar que la duerma el papá, y yo ya de paso irme de juerga, ¡jajaja! La verdad es que no lo veo claro. Por un lado ella me necesita, pide mamá para dormirse y también en los despertares, y por otro lado yo puedo salir por el día sin problemas, y de hecho aunque saliera por la noche, ni iba a beber mucho, ni a desfasar mucho, ni me iba a apetecer especialmente el típico bar de copas con la música a todo volumen... Así que pensando he descubierto que me apetece mucho más irme de cañitas diurnas o a comer por ahí... y volver para dormir a la peque.

Sí querría comprobar que ella es capaz de dormirse con papá sin montar un drama... ¡pero vaya, que no hay prisa!

Ahora la duermo con canciones y caricias, tumbadas en la camita las dos, y la teta sólo se la doy al principio. Le digo que sólo una vez (de cada) y ya. Y está empezando a aceptarlo bien. Se queja, pide más, llora pero “de mentira”, y cuando ve que no, que soy firme, que una y otra vez le explico lo mismo, que ahora ya teta no, que ahora a tumbarse y a cantar y a dormir, me dice de repente: -¿sí? Y yo le digo: -sí. Y entonces ella se tumba y me pide la canción que quiere. Hoy de hecho ni siquiera ha insistido.

Esto lo hago porque últimamente se resiste más a dormirse, se pone de pie en la cama, se ríe... y me pedía teta cada dos segundos aproximadamente, para saltar por encima de mí de una a otra a lo loco, para entretenerse, para apartarse y volver a pedirla... Muchas noches tardo cuarenta minutos o más en dormirla, antes eran unos veinte... (esta noche ha sido genial, toquemos madera).

Sigue comiendo fatal, de forma muy caótica. Basta que te vea comer algo para quererlo, para a continuación, después de dar dos bocaditos, dejarlo. ¡Y ay de ti como no se lo des, aunque sepas que es algo que no le gusta! Hace poco fuimos a una revisión de peso, por la bajada de percentil que tuvo a los 18 meses, y había subido bastante. Ya hasta los dos años no volvemos. No me preocupa en absoluto.

Sigue sacando genio a espuertas. Te grita, te pega y dice que no por sistema a todo. A veces cambiarle el pañal o meterla en la silla del coche es una lucha encarnizada. Es desesperante. Pero Nora tiene una cosa que Leo no tenía: si le explicas algo, bien explicado, breve y clarito, unas cuantas veces, desprendiendo seguridad... Muchas veces acaba haciéndote caso. Es como si algo hiciera “click” en su cerebro y te mira y dice: -¿sí? Vale. Y adiós enfado. Eso me maravilla. Otras veces sólo queda tener paciencia, como ayer en la pequeteca, que en la puerta de la calle, cuando ya nos íbamos, decidió tirarse al suelo en protesta porque la había cogido para bajar las escaleras más rápido (la clase está en el primer piso). Y allí hizo su sentada, o más bien su “tumbada”, tranquilamente, boca arriba, mientras yo la decía: -Nora, vámonos. Y ella: -no, mientras miraba para una lado y para otro, mientras movía las piernas en plan “estoy super a gusto aquí, te esperas”. Y bueno, en vez de enfadarme esperé, sin repetirle la frase demasiadas veces, y llegó un momento en el que dijo: -ya. Y se levantó y nos fuimos.

¿¿Mola, eh?? Lástima que no me salga así de bien casi nunca, jajaja.

Habla mucho, aunque frases muy poquitas, básicamente son palabras sueltas o expresiones. Es imposible recordar todo lo que dice. Una de las últimas palabras que ha aprendido es, por fin, Leo. Ella dice “eo”. Y aún me acuerdo de cuando, ayudándome a poner la lavadora, cogió un calcetín del suelo y me lo alargó diciendo: "aetine".

Sigue teniendo una sonrisa que te roba hasta el alma, se lo lleva todo cuando sonríe. Y se tira a tus brazos dicendo “mamáaaaaa” y corriendo con esos piececitos, y se le achinan los ojos... Se la ve tan feliz. Desde que se levanta hasta que se acuesta. Con todos sus berrinches y quejas y mamás de por medio, pero no sé cómo decirlo... ella se lo pasa pipa. Se va a la estantería del salón donde están los juguetes de madera y allí se pasa un ratito, se va a por un coche a la habitación, coge un papel del suelo y se pone a limpiar la casa, se agarra a tu pierna mientras baila, hace el payaso para provocar a Leo, corren, se persiguen, se parten de risa. Te pide o hace algo que sabe que no te va a gustar mientras pone cara de malvada, o de buenecita, da igual, pero siempre con su sonrisa. Hace lo que le da la gana y le da igual lo que le digas, es más, disfruta no haciéndote caso, o más bien es como si dijera: pero si sé  que  me  adoras... ¿¿Qué haces regañándome si te tengo en el bote?? ;-)

Nora es una niña buena, encantadora, hasta Leo empieza a rendirse a sus encantos, a veces la mira y se le escapa una media sonrisa llena de amor.

A Nora le encanta trepar y sentarse y ponerse de pie en las sillas, como buena bebé de casi dos años. Nora desafía, sin miedo, como debe ser, porque no tendría sentido que nos temiera. Nora no sabe lo que es el rencor, ni Nora ni ningún bebé. Nora se siente segura y lo demuestra, experimenta, pide, elige... Y cada vez está más relajada en entornos desconocidos. Nora adora a los bebés, quiere mirarlos y tocarles e ir detrás de ellos.

Y otra muestra de la magia que hace Nora es cuando saca esa expresión del rostro de su padre, esa que consigue cuando se acerca corriendo a él riendo y diciendo: ¡papá, papá, papá...! y le abraza fuerte... Y hace que se refleje la misma en la mía cuando le miro yo a él. :-)

lunes, 10 de noviembre de 2014

Cosas que dicen

Ya he contado alguna vez que Leo se soltó a hablar relativamente tarde. Papá y mamá  lo dijo hacia los 20 meses. La siguiente palabra fue agua, ya con 22. Habíamos ido a su pediatra porque estábamos un pelín preocupados, aunque ella nos tranquilizó y nos dijo cómo podíamos motivarle a hablar. Básicamente haciéndonos los sordos cuando nos pedía algo con el dedito, como efectivamente el vaso de agua en la comida, y además repitiendo mucho la palabra en cuestión que queríamos que dijera. ¿Qué? ¿Qué quieres? No sé hijo, no me entero, dí, ¿qué es?¿Qué quieres, Leo? ¿El agua? Ah, vale, el agua. Pues toma el agua. La verdad es que nos funcionó con el agua pero con poco más. Dio igual porque a los dos años llegó con el sí, el no, algunas onomatopeyas, dos o tres frases de dos palabras... Y ahí ya se lanzó.

Hoy en día nos dicen que habla muy bien para su edad y que tiene frases de mayor. Ayer estaba un amiguito en casa y Leo vino (en plan chivato, por cierto) a decirle a su madre: “Pepita, tu hijo (dijo su nombre, claro) ha hecho una cosa... que no debe hacer”.

Hoy quería beber coca-cola y le he dicho que no, que los niños no beben coca-cola. Y me dice: “¿cuando sea un adulto entonces ya podré beber coca-cola?” Me hace gracia que tenga tan asimilado ese binomio niño-adulto.

Con los tiempos verbales sí se hace lío, los mezcla y medio se los inventa a veces. Y todavía los dice prácticamente siempre en regular (he  ponido y esas cosas...).

Pero se explica muy bien, entona, hace pausas para buscar las palabras o frases más adecuadas para hacerse entender, si se atasca es capaz de decir lo mismo de otra manera que le resulte más sencilla, y se interrumpe a mitad de palabra y cambia la frase... Mola ver cómo se va manejando cada vez mejor con el lenguaje.

Recuerdo cuando apenas decía 10 o 15 palabras, cuando había más onomatopeyas y gestos que otra cosa... Y era curioso comprobar cómo encontraba recursos para hacerse entender. El otro día Nora hizo un gesto que había visto yo en Leo muchísimas veces para decir “grande”. Subió el brazo arriba, toda ella estirada, y dijo “AAAAAAH”. Ella tiene 21 meses y dice muchas más palabras de las que decía Leo a su edad; en cambio hace muchísimos menos gestos y onomatopeyas. No le hacen tanta falta, supongo.

Hacia los dos años y medio creo que fue cuando se soltó de verdad. Ya está muy lejos la época en la que decía xubar  por jugar, tole  por cole, toto por moto... Aún se le escapa algún “ven a jugar a mi batación”, y sigue diciendo “se me caen las grimas” (las esdrújulas son difíciles, jajaja). También dice “en uno en uno”, ha estado mucho tiempo diciendo caracola en vez de cocacola... Soy muy desastre y estas cosas se me olvidan si no las apunto, es una pena porque a veces son tan graciosas...

Ahora estamos ya en la época de las convesaciones, a veces realmente surrealistas. Hace dos o tres meses estaba con él sentada en el suelo y al levantarnos dije: -ay, se me ha dormido un pie. Se me quedó mirando con una cara muy rara, supongo que flipó, y acto seguido torció el pie todo lo que pudo (lo “tumbó”) y dijo: - a mí también, mira está tumbado. Con estas cosas yo me descojono y él se rie poniendo un poco cara de: anda, qué gracioso soy y no sé por qué.

En el coche siempre se queda un poco atontado. No se duerme pero siempre que paramos dice que está cansado. El otro día yo le decía: -ya, hijo, el coche cansa mucho ¿eh? -Sí mamá, ¡necesitamos un coche que no canse!

Jugando con Nora saca su lado más... iba a decir pícaro, pero sería más correcto decir “cabroncete”. Estaban jugando con un fonendoscopio, un termómetro y una jeringuilla. Leo quería el termómetro y lo tenía en ese momento Nora. “Yo quiero ser el médico”, decía Leo. Y la suelta: -Nora, ¿sabes para qué sirven los termómetros? Para que se los des a los médicos.

Y esta conversación la tuvimos después de leerle el cuento en su cama y antes de que yo me fuera a dormir a Nora y él se quedara con su padre, como cada noche:

-Mamá, yo quiero dormir contigo 230 años.
-Leo, ya sabes que no puede ser. Cuando Nora sea más mayor nos podremos cambiar.
-Pero es que Nora ya ha dormido contigo muchas veces.
-Sí, pero tú también has dormido mucho tiempo conmigo. Cuando Nora sea mayor ya veremos cómo lo hacemos ¿vale? Podremos dormir como queramos. ¿Sabes? A lo mejor Nora puede dormir contigo.
-¿¿Conmigo??
-Sí, muchas veces los hermanos duermen juntos.
-¡Yo quiero que Nora duerma conmigo ahora!
-No cariño, ahora no puede ser, te despertaría mucho. Cuando Nora aprenda a dormir como tú y no se despierte podréis dormir juntos.
-Cuando Nora tenga 3 años, y entonces yo seré más mayor.
-Sí, tú siempre vas a ser mayor que Nora.
-Sí. ¿Y papá dónde va a dormir?
-Papá conmigo en la cama grande.
-¿¿¿Todos juntos en la cama grande???
-Noo tú aquí con Nora, en tu habitación. Cada uno en su camita, pero estarán juntas.
-¿Aquí? Cuando Nora tenga 3 años y duerma aquí conmigo la voy a decir que en esta habitación hay monstruos.
-Pero... a ver si le va a dar miedo.
-No... ¡porque yo la abrazo muy fuerte!


(En la foto, una diferencia de justo dos años, y con regalos de cumple recién recibidos).


jueves, 6 de noviembre de 2014

Y... ¡Cuatro!



 Cuatro años cumplidos el 30 de octubre. No voy a ponerme en plan mamá nostálgica recordando el bebé que ya ha crecido para convertirse en un hermano mayor super mayor y bla bla bla... ;-) Os voy a hablar de cómo es mi hijo a sus cuatro años. De qué hace, qué sabe, qué dice, qué siente y a qué juega.

Desde que ha empezado segundo de Infantil se le nota un mayor interés por las letras, por reconocerlas y escribirlas. Es emocionante ver cómo se las va aprendiendo, sobretodo relacionadas con nombres propios (los de sus compañeros de clase); cómo las escribe y se esfuerza porque le salgan bien; cómo coge ya el lápiz de forma correcta (el curso pasado aún le costaba mucho). Estoy deseando que aprenda a leer, ¡va a ser mejor escucharle hacerlo que cuando le vi andar solito por primera vez! Sé que aún queda y no tengo prisa, lo que menos quiero es que le presionen con eso.

También sigue mostrando bastante interés por los números. Leo aprendió a contar hacia los 2 años. Tengo un vídeo en el que cuenta hasta tres varias veces, es decir, cuenta diez elementos pero así: “uno, dos, tres. Uno, dos, tres. ¡Uno!”. Ahí tenía dos años y dos meses. Enseguida aprendió a contar hasta diez y desde hace ya mucho cuenta sin problemas decena tras decena, aunque se salta alguna cifra a veces y le cuestan los “treinta”, “cuarenta”, etc. También ahora está aprendiendo a escribir los números. El otro día me sorprendió escirbiendo el cuatro a la perfección. “Como una L con palito”, decía. :-)

Dibujar no es lo suyo, pero ahora a veces pide colores y folios. Le gusta que colguemos sus dibujos de la pared. Hemos tenido que poner un pequeño límite ahí, porque si no tendríamos ya el salón entero empapelado. Aún dibuja a las personas sin cuerpo, sólo cabeza y extremidades. También dibuja carreteras y muchas letras, a veces simplemente son series de “aes” o de circulitos, para él eso es escribir. Y tiene que pintar primero una línea y sobre ella las letras. Supongo que eso viene del cole, no sé.

Leo es muy casero. Como lo de jugar con amiguitos de su edad le da un poco igual, no pide especialmente calle. Pero salimos y vamos al parque. Además se lo pasa bien yendo y viniendo, cada vez se queja menos de que está cansado y de que no quiere andar. ¡Todo llega! (No sé por qué digo esto si casi todos los días tardamos 30 minutos en llegar del cole a casa, estando a 5. Pero es porque enreda, juega, me chincha un poquito parándose...) A veces se enfada con los otros niños porque le molestan o porque quiere algún juguete que tienen ellos... Pero también cada vez más se entretiene con ellos a ratitos o en los columpios. En el patio del cole va un poquito mejor también, ¡a veces hasta consigue pillar alguna moto!

Es un niño... cómo decirlo... muy inocente, pero en el buen sentido de la palabra. Se emociona mucho con las cosas más sencillas y lo expresa dando saltos de alegría, literalmente. El día de su cumple había un globo de helio con un 4 esperándole en casa a la hora de comer y fue todo un acontecimiento para él, le encantó y además lo expresa y te dice: “mamá, me gusta muchísimo, pero muchísimo este globo. !Me lo voy a quedar 200 años!” También corre a 200 (alguna vez intenta decir kilómetros pero creo que aún no ha acertado nunca, jajaja) o por ejemplo me dice que quiere dormir conmigo 200 años (jajaja, esto tenía que colarlo en alguna parte del post). A veces sube a 230, incluso.

Cada vez se expresa mejor, en esto nunca ha tenido problemas, habla muy bien. Y eso que se soltó tarde. Nos sorprende y nos hace reir con sus reflexiones y explicaciones. Se nota que está creciendo, que se hace mayor... está cambiando mucho.

Ahora sí puedo decir que quiere muchísimo a su hermana y la cuida y todas las noches se dan un abrazo y un beso antes de irse a la cama que hace que su padre y yo nos derritamos. Abren los brazos y se lanzan el uno en los brazos del otro. Si Nora, que está en la edad, se resiste un poco y empieza con su “¡no!”, Leo se pone muy triste. Y nos ayuda explicándonos lo que quiere cuando llora, y me dice cuándo se ha escabullido de los arneses en el coche, y muchas veces la deja sus juguetes y la defiende (venga, mamá, ponle la peli de la nena, ¿¿no ves que quiere verla??). La peli de la nena, por cierto, es la de Monstruos S.A., el mayor éxito en la historia de esta familia.

Los monstruos han entrado en su vida en todos los sentidos y dice que hay muchos en su habitación por la noche, que se le acercan mucho a su  cara y le da miedo, y que no dicen nada porque no tienen boca. ¡Joder, me da miedo hasta a mí! Pero no hay problema porque su padre sigue durmiendo con él y así puede abrazarle fuerte en la cama. :-)

Y lleva muy mal que le hagan de rabiar (aunque a él se le da cada vez mejor hacerlo... ejem). Se frustra tan fácilmente... y grita y se enfada mucho. Eso sí, te lo dice. Creo que eso es muy positivo, que te diga cómo se siente y por qué. Pero tenemos que seguir trabajando su rabia.

El otro día me confesó que nunca dice hola o adiós a sus amiguitos de clase porque le da vergüenza. Siempre le insistimos para que lo haga y quizá es hora de dejar de insistir y empezar a animar, a decirle “venga Leo, atrévete, que tú puedes”. Aunque la verdad es que muchas veces tampoco dice adiós a sus abuelos, por ejemplo, y eso está clarísimo que vergüenza no es... Es como si le costara ser "formal" o educado o convencional.

Pero a pesar de estas cosas Leo es un niño muy alegre. Corre y salta de alegría, le encanta bailar y saltar. Es un terremoto, no para, ¡no para! Hasta el punto de tirarse encima de nosotros, de hacer mucho el burro... y no sabe parar, ¡no puede parar! Esto nos crea muchos problemas pero sé que es algo bonito en el fondo, es vitalidad, sólo tiene que evolucionar un poquito. Cuando llega de pasar la tarde con los abuelos entra en casa arrasando, se pone a correr, riéndose como un loco, empieza a hacer el payaso... Es un espectáculo. Y su hermana le sigue, claro. Corre y ríe con él y la verdad es que es una maravilla ver lo bien que se lo pasan. Se tiran al suelo, ruedan, bailan juntos... ¡Como digo, el problema viene porque no hay boton de off!

Sigue recogiendo piedras cada día para su padre y para mí, ¡qué obsesión con las piedras y los palos! Juega al parchís constantemente ¡y casi siempre gana! Le siguen gustando mucho los trenes (le hemos regalado por su cumpleaños uno eléctrico). También los muñecos, los coches, las construcciones... En fin, todo le vale pero no le dura mucho, se cansa enseguida y hay que cambiar de actividad, se aburre y te dice: quiero jugar contigo. -A qué, Leo. -No sé, contigo!

En los útimos días me habla mucho de una niña de su clase. “Mucho” es que me ha dicho dos veces que ha jugado con ella en la arena y que es su amiga. Esto en Leo es como una super declaración de amor. También me recordó que una vez, hace meses, estuvimos en su urbanización (por supuesto no jugó ni un segundo con ella... ni con nadie, jajaja) y me dijo que quería volver porque se lo pasó muy bien, jajaja. Hoy la hemos visto en el parque y ha ido corriendo hacia ella. Esto el invierno pasado era inimaginable. Han estado jugando un rato con unas hojas secas, lo malo es que para Leo jugar era rompérselas a ella y al final ella como que estaba un poco harta... Leo se lo pasaba pipa, en cambio. ¡Cuando nos hemos ido se ha puesto a llorar de la pena! Le he intentado explicar que a los amigos hay que hacerles sentir bien, y que si hay algo que no les gusta debemos dejar de hacerlo, pero Leo me decía que es que a él le gustaba romperle las hojas. ¡Ains, qué pequeño es aún para estas cosas!

El problema de su genio, de sus enfados, está ahí, pero es tan... sincero, alegre, risueño, auténtico, que es indudable que es un niño feliz. Su mirada lo dice un millón de veces al día. Yo sólo quiero que siga siendo así, que no pierda esa inocencia aún, que no le haga daño su introversión, su miedo o su vergüenza disfrazadas de bordería o brusquedad. 

Y mientras tanto habrá que seguir aprendiendo de los errores... Sobretodo nosotros, claro. ;-)

Feliz maternidad.

martes, 21 de octubre de 2014

Entre gritos y llantos



Así vivimos. Así padezco día tras día. Así me voy cabreando desde la mañana hasta la noche.

Leo está simplemente insoportable. No sé si será una crsis de celos o qué, pero yo no puedo más ya con sus berrinches. Grita como si fuera un cerdo desangrándose, patalea en el suelo y su mal humor llega a límites insospechados. No se le puede ni mirar a veces. Todo te lo dice enfadado y por todo llora y monta un drama.

Se frustra cada vez más fácilmente. Porque no le sale bien el número tres, porque Nora se acerca a su fila de coches, porque cuando me pide... qué se yo, cualquier cosa, le digo que no... No hay tiempo para explicaciones, automaticamente empieza a gritar: ¡¡pero mamá es que yo quiero...!! Por supuesto en cuanto le decimos (con una voz dulcísima) que no grite por favor, empieza la ya clásica performance de apretar puños, poner morritos, cara de ogro, gruñir como si la garganta se estuviera despellejando, ponerse rojo... y luego saltar, tirarse al suelo, darse la vuelta y empezar a correr gritando “NOOO”... Hay diferentes variantes, a cada cual más impactante.

La hora de la ducha y de lavarse los dientes es directamente para que algún vecino llame a la policía. Yo no puedo ni escucharle de lejos, lo hace todo su padre porque me pongo de tan mala ostia que se me ocurren cosas muy chungas.

Los retos son cada minuto. Me mira mientras tira la servilleta al suelo y pone cara de orgullo, por ejemplo. Por supuesto hace mucho ya que no recoge ni medio juguete sin bronca de por medio.

Ayer no recuerdo ya qué quería, pero acabó llorando histérico mientras nos suplicaba que le hiciéramos caso. Yo le digo que cuando deje de chillar y llorar le hago caso, que si no no le entiendo. ¡No puedo mamá, es que no puedo!, me responde chillando aún más. Al final se calmó y ya no volvió a insistir, cambió de tema como si nada. Pero el ejercicio de paciencia que hay que hacer mientras le dura la rabieta a mí me pasa factura, el no saltar, el mantener la calma, el no acabar gritándole tú también a él... Y encima en muchas ocasiones no lo consigo, qué desastre. De ésta me sale una úlcera, en serio, llevo días con dolor de estómago y creo que son nervios y tensión.

Me siento a construir con él, con las piezas de Lego (porque me lo pide) y le da por decir que no le sale... una casita, por ejemplo. Si le digo que no pasa nada, drama. Si le digo que vaya rollo, drama. Si no le digo nada, drama. Es inevitable. Siempre habrá algo que no le saldrá bien y entonces chillará y llorará y tirará las piezas, o romperá el papel en mil trozos si está pintando... Creo que hay que hacer algo con esa ira, creo que debería ayudarle, pero ¿cómo? No se deja. Incluso está empezando a pegarnos a veces, manotazos inofensivos, pero esa no es la cuestión sino el acto de pegar, claro ( cosa que ha empezado a hacer también Nora, por cierto).

Sé que estoy entrando en un círculo vicioso que no nos lleva a ningún sitio (bueno). Necesito romperlo. Con un buen descanso (esto es difícil de conseguir), haciendo algo diferente, poniendo el contador a cero... Respirando muy hondo.

Y como siempre, para añadir más estrés, la sombra de si estaremos pasando algo por alto, de si realmente hay algún problema que no sabemos detectar, esa corazonada mala que no me abandona del todo... Saber que Leo es tan sensible, tan “rígido” a veces, que le cuesta tanto ceder... me da miedo.

Además, se junta Nora, que está haciendo sus pinitos también con las rabietas. Es increíble pero nos va a pasar, nos vamos a juntar con los dos niños en época de rabietas. ¿¿Cómo nos lo montamos tan mal?? Nora además sólo llora y llora, es más pequeña, es más difícil hacerla entender... Y ahí está otra vez el miedo que me impide relajarme. Sé que las rabietas son sólo una fase, pero ella ve a Leo, siempre expresándose a gritos o con llantos, y no quiero que piense que eso es lo que hay que hacer, que es una forma válida de expresarse (¿o es que quizá sí lo es?). Por eso quizá soy más dura de lo que debería, o pierdo antes la paciencia, o me desespero más... Nora grita mucho también, y llora por todo, todo lo pide llorando, y yo ya no sé si es normal o es porque imita a Leo. Y tampoco sé si deberíamos “coartarla” tanto, si no deberíamos dejar que se expresara sin penalizar tanto su forma de hacerlo... Pero el problema es que estamos saturados ya de gritos y berrinches, llevamos dos años así y ahora son por partida doble.

El problema somos nosotros, no ellos. Qué complicado.

La mamitis de Nora crece y crece y a veces yo sólo quiero desaparecer. La de Leo está más controlada, pero está también especialmente mimoso. Hace unas pocas noches me pidió que le durmiera yo, se puso a llorar desconsolado porque quería que me quedara con él toda la noche (él duerme con papá y Nora conmigo). Probamos un par de veces a que el papá durmiera a Nora y yo así poder dormir a Leo, pero Nora lloraba llamándome... No podía ser. Leo se conformó pero ahora todas las noches voy y me tumbo con él un poquito y le cuento una historia. Me abraza mucho y me da muchos besos en esos momentos, casi con ansia.

Nora quiere teta a todas horas, tengo el mamá taladrado en el cerebro y me provoca hasta ansiedad, no hay manera de que esté tranquila con papá ¡e incluso con los abuelos me llama cada dos por tres! Lleva muchos meses yendo con ellos casi a diario, unas horitas por la mañana, y aún sigue llamándome de vez en cuando y hay que entretenerla corriendo. Sigue siendo una lapita y sé que seguirá siendo así mucho tiempo, yo ya no me hago ilusiones.

No tengo tiempo de pararme a pensar, ni tiempo ni fuerzas. Cuando sólo estaba Leo su padre y yo hablábamos sobre sus rabietas, sobre cómo enfrentarnos a ellas. Intentábamos entenderle, nos poníamos en su lugar. Yo leía libros, reflexionaba... Ahora siento que no hacemos nada, sólo sobrevivir a ellas, sólo somos autómatas esperando nuestro descanso y diciendo siempre las mismas frases... No me gusta. Pero los dos demandan y demandan y demandan a la vez... Es una locura.

Sólo espero que el nivel baje un poquito. Creía que habíamos pasado lo peor de ser padres de dos, pero Nora me tiene descolocadísima. Llevo fatal sus ya cercanos dos años... 

Ni imaginarlo quiero.

¡Feliz maternidad! ;-)


sábado, 11 de octubre de 2014

Va de libros (II)

Comenzamos con un libro para bebés. Se trata de ¿Quién está ahí?, de Emile Jadoul, editorial Edelvives, colección texturas. Emile Jadoul es un belga que ha escrito muchísimos cuentos infantiles, me gusta bastante. Hay otro libro suyo llamado Todo el mundo va, que trata sobre el control de esfínteres, muy simpático. 

Éste le gustaba mucho a Leo de pequeño, y a Nora también, desde hace tiempo ya. Yo creo que desde bien pequeños les puede atraer, porque en parte es como un juego, vas llamando a las puertas, abres las páginas y tocas las diferentes texturas. Ahora Nora repite las onomatopeyas (toc toc toc, bum bum bum, tic tic tic...).





El siguiente es ¿Cómo te sientes?, de Anthony Browne, editorial Kalandraka. Un libro estupendo para reconocer sentimientos. Otro de los favoritos de Leo durante mucho tiempo (para él era "el del mono"). Hace poco lo ha descubierto Nora y ya se lo he contado muchas veces, así que para niños de alrededor de dos años o un poco menos es perfectamente válido, aunque también para más mayores. Al final aparecen todas las ilustraciones juntas y jugamos a señalarlas. 




Y por último, ¡Voy a comedte!, de Jean-Marc Derouen, editorial Kókinos. Os dejo el enlace a un artículo de Soñando Duendes, ¡yo sólo os digo que es divertidísimo y muy original! Y sí, como dicen en el post que os enlazo, es un cuento muy muy teatral... Leo y yo hemos "jugado" a este cuento alguna vez. Ah, y otra cosa que me gusta es que está en mayúsculas. Los niños suelen aprender a leer primero con estas letras, así pueden practicar con sus propios cuentos.



miércoles, 1 de octubre de 2014

El colegio de Leo




Los comienzos

Mi hijo ha comenzado este septiembre segundo de infantil. El año pasado le costó mucho adaptarse. Es un niño tímido, no demasiado sociable, al menos aún, y cuando empezó el colegio no tenía los tres años cumplidos. Se empezaba a interesar por otros niños de su edad, pero muy de refilón, y ni de lejos jugaba con ellos sin que yo interviniera. Aún así duraba un par de minutos.

El colegio fue una bomba para él. Nunca había estado escolarizado, además es un niño muy apegado a nosotros y con muchos miedos. Nunca se negó a ir, creo que en el fondo tenía ganas, quería querer. Le habíamos hablado del cole de forma muy positiva y él ya decía en verano "el tole de Leo" cuando pasábamos por allí. Nunca se negó a ir pero en el momento de entrar rompía a llorar llamándome. Y yo me tenía que ir. El pobre no se resistía, entraba obediente mientras otros niños se agarraban a las piernas de sus padres con todas sus fuerzas. Le agradeceré siempre que él no hiciera eso. Pero una vez dentro, rompía a llorar. Y llorando se iba a colgar su abrigo. Cuando le recogía, a veces se alegraba mucho de verme y alguna otra vez me lo encontraba llorando de nuevo. Me consta que ha llorado dentro de clase a lo largo de la mañana, sobretodo las primeras semanas. Y aunque después dejara de llorar, estaba tenso, retraído, sin ni siquiera mirar a su profesora, sin aceptar su ayuda, diciendo todo el rato “mamá, mamá”. Sé que lo pasó muy mal. Su profe no nos lo ocultaba.

Por las tardes era un niño muy rebelde. Siempre lo ha sido, no fue una gran sorpresa, pero estaba claro que soltaba el estrés que en el colegio había acumulado. Además empezó a tener muchos terrores nocturnos, que no sabemos si tuvieron que ver con la escolarización, tenemos otras teorías, pero no sería raro que al menos en parte sí.

Poco a poco se fue soltando dentro de clase, empezó a coger confianza con su profesora, a aceptar y pedir ayuda. A relajarse. A participar en juegos con otros niños, eso sí, siempre en pequeños grupos, en cuanto se juntaban muchos niños él se alejaba o dejaba de participar. Lo que más le gustaba era la asamblea. Creo que la asamblea ayudó mucho a que se adaptara. Era lo primero que hacían y le servía para dejar de llorar. Se sentaba en la colchoneta y según su profe disfrutaba muchísimo con las canciones. ¡Acabó disfrutando incluso de ser el encargado!

A final de curso se desenvolvía muy bien en clase. Iba contento y allí estaba contento. Tampoco es que haya dado saltos de alegría por ir al cole, en cambio sí se alegraba bastante cuando llegaba el finde. Esto me parece lo más normal, la verdad. Le gustaba decir que tenía muchos amiguitos (en clase se llaman todos amigos), se sabía los nombres de todos... Incluso disfrutó en las excursiones (aparentemente, claro, por lo que nos contaba su profe y por cómo le veíamos a él a la vuelta). Yo participé dos o tres veces en actividades de clase y la impresión fue buena. Asumió muy bien las rutinas y normas, era y es un niño “bueno” en clase.

Me sorprendió gratamente ver que al final se había adaptado aceptablemente bien, a pesar de lo que le costó, y ver también que él estaba incluso orgulloso de lo que hacía en el cole.

Leo nunca cuenta cosas del cole. Nada de nada. No sé por qué, pero todo lo que sabemos es por su profesora o por otros padres o niños de su clase. Este año pensé que igual empezaba a contar algo, pero no, tampoco.


El patio

El patio siempre fue su punto débil. A algunos niños les cuesta mucho desenvolverse en el patio. Allí no hay normas, todo es más caótico, más salvaje... Tienen miedo y se sienten inseguros, vulnerables. Eso le pasa a Leo aún a día de hoy. A finales del curso pasado empezó a soltarse más, a pasear, a moverse... Ahora está empezando a hacerlo otra vez. Pero el otro día me decía que no le gustaba, que él prefería estar en clase “porque se está más agustito”. Me lo dice sin ningún atibo de drama, eso sí. Como si me dijera la hora que es.

Lo que definitivamente no hace es jugar con otros niños. En clase por lo visto sí habla y participa de los juegos, como ya he dicho siempre en grupitos pequeños, pero en el patio no. El juego libre para él es básicamente solitario. Incluso en el parque con sus “amigos de toda la vida”, los hijos de mis amigas, es así. A veces a fuerza de inistir y quizá con mi participación algo hace; se columpia con uno, corre con otro, juega un poco a la pelota... Pero aún le falta iniciativa y no sé si interés. Bueno, aún hay tiempo. A veces hasta los 5-6 años parece que no empiezan a tener amigos y jugar con ellos.


El ahora

Este año parece que todo va fluyendo. Desde el primer día sin problemas. Empieza hoy a ir al colegio también por la tarde. El año pasado no iba. Sólo estaba allí de 9:30 a 13 h. En su clase todos dormían siesta y por las tardes no se hacía apenas nada, así que nos quedábamos en casa (y no éramos los únicos). Eso también ayudó a que se adaptara mejor, a que no se “sobrecargara”, creo. Este año ya sí irá, de 9 a 12:30 y de 14:30 a 16 h. Ya no son tan flexibles con eso en segundo de infantil, ya por las tardes sí hacen cosas (y para mí tampoco tendría sentido no llevarle este año, yo he decidido escolarizarle). Come en casa y luego tiene que volver. No me gusta nada el horario partido.


Mi visión

Yo lo pasé también mal el año pasado. Sé la educación que me gustaría que recibiera Leo y no es la que está recibiendo. Me gusta que vaya a un colegio público, me gusta que esté al lado de casa, me gusta en general cómo trabajan, pero es un colegio tradicional. Hay deberes en primaria (y en infantil un poco...), hay libros de texto, hay jerarquía, hay castigos... Hay ideas equivocadas (en mi opinión, claro) sobre lo que es importante y necesario para los niños, hay muchas cosas que no me gustan y en parte son las cosas que yo he vivido como alumna, y yo guardo un recuerdo muy bueno de mi colegio. Pero como madre me gustaría otra cosa para mi hijo, y como ciudadana me gustaría otra cosa para todos los niños y niñas.

En el colegio de Leo se trabaja por proyectos en infantil. Eso significa que las profesoras no se guían por ningún libro de texto. Con lo cual los padres no tenemos que comprarlos. El dinero del material se eleva un poco, eso sí, pero sigue siendo más económico en general, y por supuesto mucho más enriquecedor para los niños. Hay fichas, no es una pedagogía muy innovadora, hay fichas y normas y los niños tienen que estar sentados y en general se les va coartando su libertad y creatividad poquito a poco. Eso es lo que menos me gusta de la escuela “tradicional”. Ahora que soy madre veo lo importante y positivo que es para un niño ser libre, jugar libre, correr libre y desarrollarse libre. No hay más que ver a la sociedad actual, no tenemos más que vernos a nosotros mismos, llenos de prejuicios absurdos, emocionalmente enfermos, cojos, cohibidos, siguiendo el caminito que nos marcan, con miedo a salirnos de él igual que los niños acaban teniendo miedo a salirse de la raya cuando tienen que colorear un dibujo.

Sé que hay otra forma de hacer las cosas. Sé que hay colegios que lo hacen, colegios públicos, “normales”. No es tan difícil ni por supuesto es caro cambiar esto. Sólo hay que querer. Sólo hay que tratar a cada persona (cada niño) como necesita, respetando su individualidad. Y no tener miedo.

En el cole de Leo, en infantil, ya desde tres años, se castiga a los niños a irse a otra clase si en la suya se portan mal. En 3 años te vas a la clase de al lado, ya en 4 años supongo que usarán el consabido “te vas a la clase de los bebés” (aún no lo he comprobado, ójala me equivoque). Los bebés son los de 3 años. Increíble. Increíble que unas profesoras que me consta que tienen sensibilidad, que son buenas personas y buenas profesionales, humillen así a los niños de 4 años, y por ende a los de 3 llamándoles bebés. Pero son cosas que están tan grabadas a fuego que supongo que se hacen sin pensar. ¿Sabéis una canción que cantan los niños para reirse de otros, que dice: “niño bebé, chupete y a la cuna”? Pues eso lo creamos los adultos. Qué prisa por que crezcan, qué prisa por ensalzar a “los mayores”, por menospreciar a los pequeños. Al menos no hay “sillita de pensar”... ¡creo!

En el cole de Leo hay 25 niños en clase. En otros coles hay 26 o incluso 27. Lógicamente hay que tener muchas normas para llevar a una clase de 25 niños de 3 o 4 años. Pero a veces sólo habría que cambiar el chip y no pretender que todos sean iguales, que todos coman lo mismo, que todos hagan lo mismo... Entiendo que son demasiados niños, que eso lo complica todo.

Sé qué colegio he elegido para mis hijos. Sé cuáles son sus limitaciones y cuál es su filosofía. Sabía que había que entrar sin pañal (sí, supongo que si te pones burra y bla bla bla... Pero no, para mí no es ese el camino porque entonces le hubiera metido en otro tipo de colegio). Sabía que yo no podría estar en la adaptación. Sabía que habría deberes y normas que no me iban a gustar (como los malditos desayunos saludables, que muy saludables no son: ¿por qué narices no puede llevar Leo fruta todos los días, por ejemplo? ¿Eso no es saludable? No, es más saludable que los lunes por cojones tenga que llevar un lácteo. ¿Un lácteo? ¿Un batido industrial que es sólo azúcar? ¿Y si no le gustan los yogures, ni el queso? ¿Le llevo un vaso de leche fresca en una neverita? Y los viernes día libre. Puedes llevar un donut de chocolate si quieres. Qué saludable. ¿No sería mejor dar diferentes opciones saludables de verdad y que cada niño o familia elija cada día? ¿Qué problema hay en que no coman todos lo mismo cada día?). Sabía que habría menos libertad para los niños de la que me gustaría, menos creatividad, menos respeto por los ritmos individuales... Sé dónde me (les) he metido. Pero también sé que no voy a pasar por todos los aros. Sé por ejemplo que no voy a permitir que mi hijo no pueda jugar por tener que hacer deberes. Sé que voy a intentar luchar por cambiar lo que esté en mi mano. Vigilo a mi hijo de cerca. Quiero que esté bien. Que se sienta bien. Que le traten bien. Por encima de todo lo demás. Sólo tiene 4 años y su prioridad es jugar, disfrutar. Ser libre.


Su profe y su clase

La profesora de Leo es una buena profesora. Es cariñosa, les abraza, les besa. Es consciente de que son pequeños. Es consciente de que cada uno tiene su ritmo. Pero tiene que imponerles las mismas normas y obligaciones a todos. Y tampoco se sale del caminito. Y las hay peores, ella por ejemplo nunca puso ninguna pega a que Leo no fuera por las tardes al colegio (casi lo propuso ella), y de todas formas decía que eran muy peques para trabajar de verdad en esa hora y media de por la tarde. Que si no dormían, sólo jugaban tranquilos. Y su objetivo para todo el curso pasado era que los niños se adaptaran y se conocieran y se hicieran amigos. Hacía ejercicios vocales con ellos porque muchos aún hablaban mal, a veces sólo se sentaban en la asamblea a charlar si les veía alterados o cansados... Estas cosas dicen mucho de ella, no está obsesionada por que aprendan todos a leer ya... Creo que hemos tenido mucha suerte con ella, y me da la impresión de que en general en todo el ciclo de infantil son así. Están bastante unidas todas y eso hace que el trabajo sea mejor.

Por suerte estoy contenta con el día a día de su clase. Me gusta lo que hacen. Dentro de lo “tradicional”, innovan. Es un colegio muy participativo e incluyente. Las familias hacen talleres, participan en excursiones, colaboran mucho. Los niños salen bastante del aula, manipulan, experimentan... Este curso trabajarán los ecosistemas, los planetas y la comunidad de Madrid. También a Miró durante todo el año. Tienen un sistema de préstamo de cuentos que a Leo le chifla, cada viernes sale emocionado con un cuento nuevo para leer en casa. Y así muchas cositas. Veo que avanza, que se integra, y veo sobretodo que su profesora es una persona con la que se puede hablar y que tiene empatía. La frase que más nos repitió el año pasado cuando la preguntábamos por Leo era: "bueno... poco a poco". Ella hace lo que puede.

Primaria sé que será otro cantar... ¡Pero nos quedan 2 años enteros para ir cambiando cosas!

Os dejo este enlace a un articulito sobre los duros septiembres de los pequeños. Del blog Musicoterapia y maternidad.  Dice las verdades muy claritas: Septiembre huele a humedad: la vuelta al cole.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Cositas sueltas: handwriting tag

Este post va por La mamá de Álvaro. Lo hago por ella, porque es muy maja, que si no le daban por ahí al handwriting éste, que no veáis cómo me he complicado la vida. 

Os pongo la lista de preguntas a contestar a mano como antaño (por cortesía de Zena). 


Y aquí a mí se me va la pinza y decido hacerlo a mi manera, ya veréis...

Tu nombre y nombre de tu blog:


¿Qué esperábais? ;-)

Frase favorita: ésta la respondo en modo "blog de maternidad", todo sea por no comerme la cabeza. Nunca olvidaré lo que una persona me dijo, vía sms, cuando traían de vuelta a mi hijo recién nacido desde un hospital en el que yo no estaba. Aquél día llovía, mucho, pero la lluvia paró para celebrarlo. Me lo dijo una persona que ha vuelto a mi vida de nuevo hace poco... ¡Bienvenida!


Canción: imposible elegir una, ni dos, ni tres. Así que os pongo una que a mi hijo le gusta mucho ahora. Otro día os explico por qué, ¡jajaja! (por cierto, y para no irme de vacío, siempre que recuerdo la frase de arriba, me acuerdo también de la canción de los Beatles, Here comes the sun, que es una de mis favoritas de ellos, quizá también porque va unida a una de las mejores épocas de mi vida).


Tres palabras que te definan: éste tipo de preguntas las he odiado siempre, pero me lanzo a contaros algo sobre mí. 


La frase que siempre he querido decir:


Ha estado fina fina Marmes, ¡jajaja!

Y por último los blogs: no los tengo escritos a mano, sí, soy un desastre, son las horas que son, me falta papel, estoy muy tirada en el sofá... Me perdonáis, ¿verdad? :-)

Viviendo en mi nube azul

Tres blogs que me gustan muchísimo, que merece la pena leer y a cuyas protagonistas me encantaría conocer algún día en persona. Sin compromisos, si me leéis y os animáis genial y si no también. Siempre podéis hacer un HT tuneado como yo, ¡jajaja!

¡Besos!