miércoles, 27 de agosto de 2014

En la flor de la vida





Hoy quiero agradecerte que estés aquí a mi lado.

Aquí salvándome de la locura.

Aquí abrazándome y besándome. Aquí haciéndome reir.

Aquí en esta aventura maravillosa y desesperante a la vez.

Hoy quiero agradecerte que hayas tenido presente a mis hormonas desde que se adueñaron de mí hace ya más de cuatro años. Que me hayas cuidado, que me hayas tomado en serio, que hayas respetado mis miedos y mis paranoias. Que hayas entendido mis deseos como madre, mis ganas de parir, de sentir, de vivir mis partos y mi maternidad. Que me hayas ayudado a conseguirlo. Que hayas sido tan defensor de la lactancia como yo y que me hayas abierto los ojos con este tema cuando lo necesité.

Que me hicieras sentir tan bien en el embarazo de Leo. Nunca olvidaré esos meses, me sentí tan cuidada, tan valiosa...

Que hicieras todo lo posible por ayudarme en el embarazo de Nora. Que vencieras cada día tu cansancio para ocuparte de todo, que relegaras a un segundo plano tus propias necesidades.

Quiero agradecerte que me hagas sentir menos sola cada día en este camino que hemos escogido para criar a nuestros hijos (quizá lo han escogido también un poco ellos mismos...). Tú también eres de marte, de toda la vida, y sé que me comprendes.

Quiero agradecerte ese otro punto de vista que me ayuda a sufrir menos por ellos. Tu esfuerzo por levantarte cada mañana. Dormir apretado con Leo para que no esté solo. Maldormir. Cocinar. Limpiar. Preocuparte por nuestro bienestar. Hacer la compra. Sacrificar tu tiempo. Consolar a Nora, distraerla de mí. Ser ese apaño tan genial. No todos los hombres lo entienden, no todos lo llevan tan bien como tú. No todos tienen tanto respeto y comprensión por esta situación. Eres valiente, eres paciente. Y cada vez más eres la calma y la paz que le hace tanto bien a esta familia.

Quiero decirte que sé que me sigues queriendo y que eso me hace muy feliz. Que yo te quiero también y que cada día somos más poderosos. Que no sé qué haría sin ti. Que conectamos en lo importante, que sigue habiendo magia. También en esta nueva faceta de nuestras vidas. Y que me sigues sorprendiendo y cada vez que lo haces sé que mis hijos no podrían tener un padre mejor.

Gracias por preocuparte por mí en todo momento, por los turnos, por el sexo. Por estar al otro lado de la balanza, equilibrándome aún a costa de tu propio equilibrio.

Gracias por esperar. Gracias por estar.



Hasta la eternidad.

¡Felicidades!

jueves, 7 de agosto de 2014

El verano hace que crezcan

O eso me gusta pensar a mí. No sé dónde leí hace tiempo que en verano es cuando más les crecen los pies a los niños. Con Leo fue así el segundo verano de su vida, el primero que hubo que comprarle calzado. ¡Me parece que fueron dos números! Así que desde entonces es algo que tengo grabado a fuego y lo de menos es que se haya vuelto a repetir, ¡jajaja! De hecho me gusta pensar que también maduran y se hacen muy mayores y se les nota mucho. Leo dio un gran cambio en su verano de antes de empezar el cole, lo que no sé es si ese verano le crecieron los pies...

Este verano ha empezado prometedor. El último día de clase Leo pidió hacer caca en el water. Llevaba unos 10 meses pidiendo el pañal para hacerla, básicamente desde que empezó a controlar esfínteres en agosto. Su frase estrella este curso ha sido “caca pañal” o en su versión extendida “caca en el pañal”. Nosotros con calma, ponemos pañal y luego quitamos pañal y luego limpiamos culo. Sabemos que es bastante habitual esto de las cacas y los lugares y costumbres “extrañas” en relación a ellas. Pues lo dicho, el último día de clase, pocas horas después de darle las vacaciones, pidió hacerlo en el water. Y así estuvo un par de días... Casi cantábamos victoria, ¡el verano no me defraudaba!

Pero no. Ha vuelto al pañal. Lo del water no duró ni una semana, aunque ha dejado un poso, un rayo de esperanza: en casa de mis suegros sí caga en el water. Según él, porque ese water no le da miedo. ¡Es un rollista!

Otro gran signo de madurez veraniega ha sido que se ha ido al pueblo unos días con los abuelos. Él decía que se iba 10, y realmente han sido 11 pero para él siempre serán 10. Se lo propusimos nosotros sin muchas expectativas, pero decía que sí... y siguió diciéndolo hasta el final. Increíble. Había pasado dos noches fuera antes (no seguidas), también con mis padres pero en la casa que tienen en nuestro barrio.
Y lo mejor es que parece que se lo ha pasado muy bien. También es cierto que no ha querido hablar con nosotros por teléfono, excepto los 2 primeros días y el último, para decirnos que ya volvía. Supongo que prefería no recordarnos mucho, yo qué sé. Una vez empezó a decir “mamá mamá mamá” medio lloroso, y a veces, según mi madre, “se ponía tierno” y les abrazaba... Pero le ha venido de perlas la experiencia, ha disfrutado, ha hecho cosas de campo, ha ayudado a mi padre y mis tíos en la huerta, se ha bañado en el río, ha hecho una amiga de 3 años con la que se llevaba fatal y otra de 13 con la que se llevaba muy bien. Ha entrado en casas ajenas como si nada y ha dado abrazos y besos porque sí a una tía abuela mía a la que ha cogido mucho cariño. También ha gruñido a mucha gente para no hablarles y ha soportado muchos “¿pero no me das un besiiiitooooo?”. Luego nos quejamos, ¡si es que les obligamos los adultos a ser maleducados! ¿A la enésima vez qué va a contestar el chaval? Pues un “¡no!” brusco y con mala hostia, y además te quedas sin el adiós, por pesada.

Pensábamos que iba a volver enfadado con la vida (su estado natural, por otro lado), pero para ser Leo está suave suave. Y muy amable con su hermana. Todo muy raro.

Tampoco os creáis, que volvió el miércoles y ya hemos vivido un par de berrinches. Ahora nos queda superar un principio de faringitis con fiebre, ¡y el lunes a la playa los 4 una semana! Mañana estamos ya solos ante el peligro, sin abuelos hasta el 24, creo. Todo un reto. Pero este verano lo vamos a pasar todos con nota, lo veo claro. Los dos adultos de la familia nos estamos portando también muy bien.

¿Y yo le he echado de menos? Pues sí, mucho. Sobretodo porque me preocupaba que nos echara de menos él y que no supiera expresarlo. Lo de no querer hablar con nosotros ni DE nosotros me tenía un poco mosqueada. Pero quizá ha sido su forma de sobrellevarlo mejor; que le apeteciera irse no significa que no se sintiera a ratos un poquillo mal, y habrá buscado sus trucos para superarlo. Digo yo, vamos, que ni idea de lo que pasa por la mente de este niño. Pero la verdad es que aparte de esa preocupación, he estado bien, no lloré cuando se fue, no he sentido un gran vacío triste a mi alrededor... Tenía ganas de que volviera porque quería verle, pero hemos estado muy tranquilos por aquí, todo hay que decirlo, ¡jajaja!

En estos días Nora se ha enganchado a los cantajuegos y su adicción por mamá ha aumentado más si cabe, así que tampoco hemos estado en plan oasis de paz y amor adulto... ;-) Pero vaya si se nota la diferencia entre uno y dos, ¡sobretodo teniendo más abuelos que se llevan a la que se queda todos los días un rato!

Ella, Nora, ha crecido también, cada vez hace más cosas de “niña” y no de bebé... Pero ya me queda muy largo este post, lo de ella en otro.

¡Feliz maternidad!