lunes, 30 de junio de 2014

Planes veraniegos

Porque por desgracia no sólo de playa se vive en verano...

Le damos mucha caña a la piscina, claro. Si no es la muerte, al menos donde yo vivo, que no hay un triste parque con árboles grandes o 100 metros de acera a la sombra. Por suerte tenemos dos donde elegir, la de la urba y otra más grande con varias piscinas, una infantil muy chula, mucho cesped a la sombra, merendero, chiringuito... Eso sí, con los dos enanos está complicado ir yo sola, de momento siempre los cuatro en pack o división por parejas. Desde luego es la actividad estrella del verano.

Lo malo es que al segundo día Nora estaba ya con mocos y anoche pasamos noche infernal con posibilidad de que se hayan pasado al oído. Gajes del oficio que espero que no vayan a más.

Para días no-aptos-para-pisci siempre está el recurso de la bañera en casa. Más cutre pero efectivo un ratillo. 

Muy cutre también es la opción de "bajar a la urbanización" sin más. Al menos hay sombra, y como la piscina está también en esa sombra, pues por la tarde casi que se está mejor en el cesped o jugando a la pelota por los soportales. Pero vamos, no da mucho de sí y a mí personalmente me parece un poco coñazo...

En el barrio poco más hay... Terracitas a partir de las 19-20 horas. Antes es un suplicio. Y claro, eso no te soluciona el día. Algún parque hay de los más antiguos, con muchas sombras, pero en pleno julio por mucha sombra que haya... Son un desierto y poco apetecibles.

Planes fuera del barrio. Vivimos en Madrid así que al menos no faltan opciones: Retiro, parque Juan Carlos I, Parque Eurora... Todos con actividades para niños (que si barcas, que si trenecitos...), sombra, agua, mucho espacio... Tenemos pendiente el teleférico, lo que pasa es que es un pastón, lo mismo que el parque de atracciones. También hay cosas más originales como Burrolandia (que es gratis).

Buscar algo de campo o de verde, ya sea más o menos "enlatado", siempre está bien. Y está la sierra de Madrid, pero para eso hay que hacer ya un buen viajecito en coche, al menos desde donde yo vivo. Y ya os contaré la maravillosa relación que tenemos en esta familia con el coche.

Además, somos de momento un poco reacios a tirarnos a la naturaleza sin más, porque a Leo no le gusta nada andar y no es un niño de "entretenimiento fácil", digámoslo así. Así que por muy bonito que sea el paisaje, a los 10 minutos él va a estar ya aburrido. La pelota siempre es buena aliada, pero para jugar a la pelota en un radio de 100 metros cuadrados, pues no nos hacemos una hora en coche. A ver si poco a poco vamos ampliando horizontes y le ayudamos a disfrutar de un paseo bajo los árboles y el cielo azul. :-)

Hace poco descubrí esta web, Mamá tiene un plan. Está muy bien para coger ideas de todo tipo y buscar espectáculos infantiles. Obras de teatro, cuentacuentos... Los hay no sólo para niños, también para bebés, y suelen estar muy curradas. Yo he ido a alguna en la Escalera de Jacob y merece la pena, y ya te plantas en el centro y te das un paseíto.

Centros comerciales. Sí, tenía que decirlo, lo siento. Son horribles y cuando llevas un rato allí dentro es como cuando vas en un avión y se te taponan los oídos, pero se está fresquito y a veces hay chorraditas para los niños. Que si un pinta caras, que si un carrusel de coches, que si un castillo hinchable... En mi barrio hay un centro comercial en concreto que suele poner cosas de ésas gratis y no hay mucha gente. 

Además, en otro de ellos (de los grandes grandes) tienen chorros de agua fuera que salen del suelo con diferente intensidad, y es muy muy divertido. Pero no puedes ir pronto porque no hay una mísera sombra, ¡antes de las 19 horas es incluso una imprudencia! (por cierto que para chorros de agua está también Madrid Río, y parece que por allí sí hay sombras).

Antes de que Nora se convirtiera en un terremoto con patas, un buen plan era coger el metro (o el tren)... ¡y a donde nos llevara, eso era lo de menos! A Leo le encantan los trenes y para él es una aventura, se lo pasa pipa. Pero con la enana ya se nos complica esto porque sólo quiere andar por los vagones y si no la dejas se pone a berrear.

Ahora que hablo de trenes, el museo del ferrocarril es muy recomendable. No echas todo el día allí, pero un buen rato sí. Y está también el tren de Arganda, que aunque sólo funciona en otoño y primavera, merece estar en este post por bonito y barato (se nota que por esta casa triunfa el tren, ¿eh?).

Algo que me apetece hacer este verano con Leo es ir a la biblioteca. Buscar un día, un momento a la semana e ir a ver cuentos, leerlos y cogerlos en préstamo. Creo que puede ser un éxito si lo convertimos en rutina. Pero necesito hacerlo a solas con él, Nora es muy pequeña aún y yo necesitaría estar al 100% con Leo allí. ¡Pendiente buscar hueco!

Y para los ratos en casa, pues lo que se tercie: correr, saltar en la cama, bailar, jugar a las cartas, al dominó, con los coches, el lego, las pegatinas (un éxito seguro en Leo, aunque efímero como todo lo demás, jajaja), los libritos de actividades (se ha ventilado en unos tres ratitos uno de Timun Más, creo, que costaba 8 eurazos!!)... La cosa es que para casi todo requiere de nuestra total y más entregada colaboración, así que sobretodo paciencia, paciencia y más paciencia. ¡Porque a veces te aburres mucho!

Las manualidades dan juego... pero con otros niños sobretodo, ¡jajaja! Aunque hacemos cosillas; si no abuso le atraen. Cosas fáciles, no muy elaboradas y que se vea enseguida el resultado. Una silueta gigante de su cuerpo, un cuadro de papel celofán de colores pegados en una cartulina, quizá un antifaz o un gorro para que se disfrace... Me suelen dar pereza porque ya digo que no es muy fan, pero de vez en cuando nos vienen bien. También jugamos con globos y pompas de jabón. Saco muchas ideas de estos dos blogs: Mi espacio para Ernesto y Para mi peque con amor, y me voy apuntando las que me gustan en un archivo.

Y diréis: ¿y la peque? ¿ella qué hace? Pues ella... va donde vayamos los demás, ¡jajaja! Y en casa juega a lo que juguemos los demás, o juega con alguna otra cosa que pilla por ahí, o protesta y llora pidiendo teta o protesta y llora pidiendo cuentos. 

Ah, y sobre ver dibujos: yo he llegado a un punto de casi total permisividad. El día es muy largo y da tiempo a todo. Hay cosas peores que una hora de Peppa Pig por la mañana y media de Bob Esponja por la noche. Y si después de comer cae algo más, una peli por ejemplo (que no verá entera porque se aburrirá antes), pues tampoco pasa nada.

Una cosa más, importantísima para mí: con amigos (amigos con hijos, ya es perfecto) todo es más fácil y divertido ;-) La pena es que no lo comprobemos tanto como quisiéramos...

Seguro que me dejo muchos sitios a los que hemos ido o queremos ir. Ya sabéis, el verano es muy largo y la memoria de las madres escasa así que si vosotras tenéis más ideas... ¡a comentar!

¡Besitos veraniegos!

sábado, 28 de junio de 2014

Bonitos hábitos

Mi hija a sus 17 meses y medio ha aprendido a poner la lavadora. Ay de ti como pretendas llevar la ropa sucia al cesto (que está al lado) sin contar con ella. Ella la coge, la lleva, levanta la tapa, echa la ropa, baja la tapa. Acto seguido levanta la tapa, saca la ropa, la echa en el suelo y después va cogiendo prenda a prenda y lo mete todo en la lavadora. Cuando ha metido la última prenda, empieza el proceso contrario. Las va sacando una a una y las devuelve al cesto.

Ahora cada vez que vamos a la terraza a tirar un pañal a la basura (otra cosa que le encanta hacer), tiene que poner la lavadora.

Otra cosa que hace es transportar zapatos de un sitio a otro. Los de los niños los tenemos debajo de la silla, en el suelo de su habitación. Y en la nuestra siempre hay un par de pares míos a los pies de la cama. Nora suele coger los suyos, los trae al salón y los deja en algún lugar que ella considera adecuado. A veces vuelve a la habitación y coge otro par, esta vez de Leo. O quizá sólo uno. Después intenta ponérselos. Pero no siempre, a veces sólo los pasea. Además le gusta cogerlos con una sola mano, con el pulgar dentro de un zapato y el resto de los dedos en el otro, como hacemos los adultos (los adultos y las adultas, como dice Leo, jajaja). En el coche siempre se los quita, es uno de sus entretenimientos.

Cada vez que voy al baño a lavarme las manos o se las tiene que lavar Leo, ella tiene que lavárselas también. Si Leo pide agua, ella inmediatamente dice “agua” también. Claro que esto es recíproco, chorrada que hace o dice Nora, allá va Leo a imitarla.

Es una cachonda, ahora le ha dado por correr (imitando a Leo también) mientras hace el payaso. Se vuelve loca con los cuentos, y nos vuelve locos a su padre y a mí. Te lleva a los pies de la camita de Leo, al lado de la estantería de los cuentos, y señala con el dedito cómodamente sentada. Tú tienes que adivinar qué cuento quiere. Y no le valdrá ningún otro excepto aquél en el que está pensando.

Pero lo mejor de lo mejor es cuando Leo le cuenta alguno. Ha empezado a hacerlo hace poco, coge alguno de los que se sabe de memoria. El otro día le oí decir: ¡Nora, es que ese no me lo sé!

Cuando nos vamos a la cama y la digo: “Nora, a dar las buenas noches a Leo y a papá”, corre encantada agitando la manita. Se planta delante de Leo y luego delante de su padre, uno a uno, y bien cerca para que la vean, jajaja. Me encanta ese momento.

Juega mucho con los coches de Leo. De hecho Leo y ella cada vez juegan más juntos. Me gusta que Leo ya la tenga en cuenta, quiera jugar con ella y la llame y le diga “Nora, ven, vamos a...”. Además está un poco menos puñetero con ella, a veces la deja sus juguetes y la trata con mucha ternura (sí, vaaaale, sólo a veces). Ayer estábamos en una terraza y ellos de pie cerca. Pasó una chica con un perro bastante grande (atado) y Nora hizo ademán de acercarse. Automáticamente Leo puso su mano delante de ella, como cortándola el paso, protegiéndola, mientras decía: “sí, Nora, mira, un perrito” con la típica voz que usamos para los bebés. Más lindo mi niño.

Le da muchos besos, más que a nadie. Ella no siempre le recibe bien y me empieza a dar penita mi hijo, aunque es lo que toca, antes de esto me daba pena ella porque Leo la trataba fatal, jajaja.

Presume mucho de ser el hermano mayor y de que cuida mucho a Nora. Todo el rato quiere hacer “cosas de mayores”, aunque son cosas super fáciles como ponerse cabeza abajo en el sofá, pero son cosillas que a él le dan miedo y le gusta enfrentarse a él y vencerlo. Lo hizo este invierno con los saltos, empezó a saltar desde bordillos, bancos, columpios... Cada vez desde más alto. Se sentía super orgulloso porque al principio le daba mucho miedo. Ahora, desde el segundo día de piscina ya se tira solo desde el bordillo (con manguitos, claro). Y además me gusta que tampoco tenga reparos en decir que algo le da miedo.

Me da mucha ternura que le gusten tanto los bebés. Cuando conoció a su nuevo primito se moría de ganas de cogerle y decía que si lloraba le iba a pasear para que se durmiera. Si ve a algún bebé pequeñito en el parque se acerca despacio y me mira pidiéndome permiso para acariciarle. ¡Qué diferencia con hace un año y medio, cuando nació Nora!

Sigue siendo experto en sacarnos de nuestras casillas, pero a la vez es tan... sincero, todo emoción, y te pide abrazos, y es mimoso, y ahora a veces me dice “yo también” cuando le digo que le quiero. Tiempo al tiempo.

Y eso, que son los dos... encantadores. ¡Sólo eso explica que a pesar de todas las dificultades de criar a dos niños tan pequeñitos me ría a carcajadas con ellos... e incluso hasta tenga ganas de dejarlo por escrito! ;-)

Muy feliz maternidad.




miércoles, 18 de junio de 2014

Mis bebés de alta demanda

Estaba leyendo la última entrada de Un papá en prácticas. Tema estrella en mi maternidad: la alta demanda (en el post anterior hablo también de esto). Hoy mismo me he levantado para ir al baño y mi hijo de tres años y medio se ha pillado un berrinche increíble porque no le he dejado entrar, a la vez que mi hija de dieciséis meses comenzaba a llorar también porque me había ido. Él tirado en la puerta del baño llorando a pleno pulmón; ella haciendo lo mismo en brazos de su padre, al que le agradezco enormemente que no se haya ido a cortar las venas.

En su momento descubrí y leí la web de bebés de alta demanda, pero había cosas que no me cuadraban. Supongo que dentro de la alta demanda hay muchos matices, y por supuesto otros muchos factores influyen, desde la propia personalidad o carácter del bebé hasta los diferentes ritmos de desarrollo.

En mi caso, lo que no veía en mi hijo era lo de la hiperactividad y lo de la intensidad en algunos aspectos.

Mi hijo no era especialmente activo, nunca ha sido el típico bebé explorador. Casi no se atrevía a gatear lejos de mí, estuvo pidiéndonos la manita para andar (después de haber aprendido) durante mucho tiempo, incluso ahora lo hace. Nunca se me ha ido a la carretera corriendo. Anduvo a los 15 meses, es decir que no fue muy precoz. Tampoco ha sido un bebé escalador. Si yo estaba a su lado él estaba bien. Si yo me separaba de él no.

Intenso... Intenso era para llorar, para expresar su desacuerdo con algo, para pedir su teta. Intenso fue después con sus rabietas, con sus terrores nocturnos, con sus berrinches, con su enfado con el mundo... Con el comienzo de su adolescencia de los dos años. Pero no sonreía ni se reía con inensidad, era un bebé serio. No era intenso en sus juegos... era un bebé tranquilo, más o menos... Siempre que estuviera pegado a mí, ya digo. Miraba muy intensamente, eso sí. El vecino le hacía el típico “gugu tata” sonriendo y Leo le miraba cual esfinge, con cara de poker, sin apartar la vista, jajajaja. Esto sí ha ido evolucionando y ahora es un niño muy alegre, que ríe como loco y que sí, puedo decir que es intenso también en su alegría. Intenso, desbocado, a veces incoherente, qué se yo... Está muy loco, jajaja.

El resto de las cosas sí las clavaba: hipersensible, muy demandante, absorbente, con muchos despertares, no se calmaba solo, por supuesto (¿¿qué bebé hace esto??); mucha angustia de la separación, sensación de que estaba insatisfecho, más adelante de que no era feliz...

No sé si mi hijo era un bebé de alta demanda. Pero era un bebé así, que no te dejaba ni un minuto, que lloraba desconsolado si le dejabas en brazos de alguien, que no aceptaba dormirse nada más que conmigo, que necesitaba contacto físico constante, un bebé al que le encantaba el fular y los brazos, claro. Y no especialmente mirar hacia delante. Esto lo he comprabado con su hermana, que cuando llegó a la edad de 4 ó 5 meses parecía la niña del exorcista girándose en el fular. Leo, si le ponía en la espalda, iba bien. Pero si le ponía delante también, e incluso se acurrucaba... :-)

A Leo no le ha cogido ninguna amiga en brazos. Nunca. A veces lloraba sólo si le miraba alguien o se dirigían a él. Su necesidad de mamá era brutal. Aún hoy es brutal si lo comparas con otros niños. Por supuesto eso de que empiezan a preferir al papá y quieren hacerlo todo con él no ha llegado a nuestro hogar... Sigue siendo hipersensible, muy demandante, se frustra muy fácilmente...

Guiándome un poco por lo que apunta un papá en prácticas, tengo que decir que al principio va a peor, pero luego ya no. De bebé de alta demanda pasas a niño de alta demanda, sí. Pero inevitablemente se van haciendo más autónomos. Eso sí, poco a poco. Muy poco a poco. En nuestro caso la época de las rabietas ha sido muuuuy dura (no sé por qué hablo en pasado, ejem...).

Lo de estar muy en forma... Yo diría que necesitas aguantar. Aguantar y aguantar más. Desde luego yo no estoy en forma, ¡ójala! Al final da lo mismo, te agotarás igual y te dejará k.o...

Te lleva al límite, claro. Cada día y cada noche. En nuestro caso, pasamos muchas horas con él, yo no trabajo desde que nació. Y efectivamente no hay paz para las madres, y para las de dos “lapas” en vez de una ya ni te cuento.

El punto 5 es crucial y por aquí andamos en ello. Nunca hemos discutido tanto pero lo que no te mata te hace más fuerte, ¿no? ;-) De todas formas en nuestro caso ha influído y mucho el hecho de que el punto 7 nos lo saltamos muy pronto... Leo no ha sido un niño-cuco. ¿Por qué? Porque el muy perro esperó a que yo estuviera ya embarazaba para inaugurar la temporada de las rabietas (un año y medio apasionante) y porque yo estoy loca también, sí.

Lo de la casa ordenada, bueno, como ya he dicho Leo no es especialmente “terremoto” excepto para correr, saltar y lanzarse en plan pressing catch sobre ti. Y eso no desordena, en todo caso magulla... Además mi chico es un as en eso de limpiar y ordenar y organizar...

Por supuesto Leo es maravilloso y especial. Pero sí, es duro. A veces piensas que eres tú, que al criarle así le has hecho así. Pero no. Es una necesidad tan pura y genuína la que demandan que para mí no hay lugar a dudas. Lo que yo he hecho (o intento hacer) es respetar y responder a esa necesidad.

Mi hija es diferente en algunas cosas, pero en otras igualita que su hermano. La mamitis hiperdesarrollada también la padece (o mejor dicho la padezco yo, jajaja). Ella es más sociable y eso facilita un poco las cosas. Pero los despertares múltiples están ahí también, la demanda casi constante de mamá... Es más alegre y a veces va a su bola. Es genial ver eso en un bebé tuyo. Cómo juega a tu lado sin mirarte, entretenida ella solita; cómo de repente se levanta y ¡se va a otra habitación! Aunque sean unos pocos minutos y sólo a veces, eso era impensable con Leo hasta hace muy poco. Ella al menos se recorre la casa a veces, va para un lado y para otro... ¡yo creo que Leo ni eso hacía si no iba yo a su lado!

Y sí, no son como todos los bebés.

Ánimo, es apasionante... ¡Y no tengáis prisa por el segundo, jajaja!

lunes, 16 de junio de 2014

Cada uno de su padre y de su madre

Antes de tener hijos pensaba que sería muy fácil incluirles en mi vida. Me refiero a meterles en mis conversaciones (o mantenerlas con otras personas con él delante), compartir mi espacio con ellos, iniciarles en mis hobbies, ir y venir, vivir mi día a día con ellos a mi lado... Sé que los hijos te cambian la vida, nunca he sido tan ingenua como para pensar que no, y además yo quería que la cambiaran.

Pero jamás imaginé que fuera tan difícil.

Supongo que los padres que sí lo hacen, que van a restaurantes con sus hijos, que ven en la tele algo que a ellos les gusta ¡y se enteran!, que van a tomar el aperitivo, que charlan con sus amigos adultos mientras los niños “dan por saco” de vez en cuando y juegan a tu alrededor, que trasnochan un poco en verano, en una terraza, mientras los niños trasnochan también encantados de la vida (o se duermen en la silla de paseo tan ricamente)... nunca llegarán a entenderlo del todo. Nunca podrán ponerse en mi lugar y el de otras madres como yo. Sé que en el fondo siempre pensarán que es mérito de ellos, que les han acostumbrado, que nunca han permitido que los hijos les limiten tanto, que les han enseñado... De hecho más de una vez he mantenido conversaciones de este tipo con padres de este tipo, o con personas que no son padres, y efectivamente es lo que piensan casi todos.

Pues no. No es así. Si yo intento ver un partido de tenis mientras pretendo que mi hijo juegue a mis pies, o en su habitación, no puedo. Ni siquiera puedo verlo mientras lo veo con él. Eso tan bonito de “inclúyele en tus quehaceres” en este caso sería algo así como “ve contándole cómo se juega...” ¿no? A mi hijo, hablando en plata, se la suda cómo se juega al tenis. Lo que quiere mi hijo es que yo me dedique a él, no a ver el tenis. Y siempre ha sido así. En el momento en el que me pongo delante de la tele y él percibe que me interesa seguir ese partido, automáticamente empieza a quejarse, a pedirme cosas, a hacer alguna trastada... No vale de nada ignorarle, excepto para conseguir que se pille una rabieta y acabemos todos enfadados, él castigado, yo gritando... De cualquier forma, el tenis no lo veo.

Lo mismo si pretendemos salir a comer fuera con ellos, o meternos en un bar. O ir de vacaciones en plan turístico, por muy comedidos que seamos. Mi hijo no se está quieto ni 5 minutos, y en un restaurante lo mejor que puede pasar es que se ponga a llorar y gritar en la mesa diciendo que quiere irse de allí. Eso el mayor; la peque probablemente se ponga a llorar sin más, que aún no habla.

Y no, no es porque no les haya educado bien. A no ser que educar bien sea... qué se yo, ¿drogarles? Simplemente mi hijo no es capaz de comer sentado en ningún sitio durante media hora (normal). Ni aunque le pongan delante el plato más apetitoso del mundo. Y mi hija es un bebé de 16 meses. Inquieto y “caprichoso”, sí, como todos los bebés.

Esas personas que van con sus hijos a todas partes seguro que tienen hijos que al menos durante cinco minutillos seguidos pueden entretenerse solos. Mi hijo pide constantemente que juguemos con él, que estemos con él. Y además no le vale cualquier cosa, cualquier lugar, cualquier juego. Por ejemplo el juego simbólico, que es el más socorrido en estos casos, no es su fuerte. Y además no le gusta andar, y todo el rato quiere que le lleves en brazos. Y además si trasnocha se pone insoportable.Y además no se duerme en cualquier sitio...

Y mi hija no se está quieta en su sillita, dentro de un bar... más de 2 minutos. A no ser que te estés dedicando al 100% a entretenerla. Y ni con esas. Y me parece lo más normal del mundo. Actualmente no aguanta ni en mi regazo. Y sí, yo he visto bebés que se están quietos, y cada vez que veo uno no puedo evitar sorprenderme. Ya no es que me pregunte qué habrán hecho los padres (o no) para que ese bebé esté así de tranquilo. Es que me parece tan... antinatural ver a un bebé así... Que para mí lo quiero, ¿eh? No me entendáis mal. Pero me resulta raro.

Es muy fácil decir: pues no le hagas caso. Pues le dices que es lo que hay y punto. Pues le ignoras. Pero a mi hijo eso no le vale, le da igual, se lo pasa por el forro. Prefiere montar el pollo del siglo.

Pues que lo monte, tú a lo tuyo.

¿Yo a lo mío? ¿Cómo? ¿Sin poder hablar con mis amigos porque el niño está llorando a un nivel de decibelios brutal? ¿Comiendo impasible en medio del bar mientras repite como un mantra “me quiero ir, me quiero ir, me quiero ir”? (Y mi hijo no se rinde). Esas personas que tienen la suerte (porque sí, es suerte, siento decepcionaros) de poder hacer todas esas cosas con sus hijos tuvieron que regañarles en su momento quizá 2, 3 o 10 veces. Seguramente de vez en cuando sus hijos se pondrán pesados, y con una pequeña charla, bronca, promesa, distracción... conseguirán calmarles. A mí todo eso no me sirve. Y además, sinceramente, no quiero llegar más allá.

Yo hago cosas con mis hijos. Por supuesto. Pero me adapto a ellos, a sus necesidades. Bastante tienen con vivir en un mundo de adultos en el que la sociedad les invisibiliza constantemente, les desprecia y les trata como a seres humanos inferiores. Al menos yo, su madre, no voy a hacer eso.

Y sí, salgo de cañas con mis amigos. Pero cuando puedo sentarme en una terracita, para al menos tener más márgen de maniobra. Y si me tengo que ir antes de lo previsto, pues me voy.

Y no, no voy con los niños a cenar a cenar a casa de nadie, porque sé que no se van a dormir, nunca lo han hecho, y siempre hemos tenido que irnos después de intentarlo y fracasar. Pero sí han venido amigos nuestros a casa.

Y sí, tengo que tener en cuenta cuánto ha dormido Leo y cómo lleva el día para plantearme si quedarnos un rato más en la calle a cenar fuera o irnos a casa porque no vamos a poder ni dar dos bocados a la hamburguesa.

Y sí, tengo que acoplar la siesta de la peque en nuestros planes porque mis hijos no son de los que se la echan a culaquier hora y luego duermen igual de bien.

Y para nosotros es absurdo planear unas vacaciones en cualquier ciudad para ver mil monumentos y recorrer cien mil callejuelas, porque saldríamos en los periódicos. Así que nos vamos a la playa, o a algún pueblecito, y ya retomaremos el ocio de urbanitas culturetas más adelante, cuando sean un poco más mayores.

Y por supuesto ni me planteo ir a un museo con mi hijo, por muy “interesaste y divertido” que sea para los niños. Le conozco. A cuentacuentos y obras de teatro sí, sabiendo que quizá haya que salirse... Depende de lo entretenido que sea el espectáculo para él.

Y no es tan complicado hacer planes adaptados a niños. Puedes ir a parques, puedes ir a casas de amigos, puedes hacer excursiones, ir de casa rural y mil cosas más.

Y con el tiempo te vas dando cuenta de que las cosas van mejorando. Y cada vez se adaptan más y mejor. Mi hijo con 3 años y medio ahora puede corretear un poco por ahí mientras yo charlo con una amiga en el parque. Ahora. Hace 6 meses no. Y ahora es sólo a veces, no siempre.

Y ahora empieza a ser un poco más fácil (sólo un poco) salir a tomar algo con él, siempre buscando esos lugares donde pueda entretenerse y utilizando algún truquillo. Lo que pasa es que cuando lo de Leo se empieza a hacer más fácil, lo de Nora se complica, porque no para quieta y evidentemente no puedes dejarla sola.

Me gusta cuando algún padre o madre reconoce que tiene mucha suerte porque su hijo puede estar horas en la silla (o en la mochila, me da igual) mientras ellos se recorren una ciudad entera. Cuando admiten que es suerte que se entretenga hasta con una piedra durante media hora a los pies de la silla del bar (o del mantel del picnic) mientras ellos charlan con los amigos y no tienen más que decirle de vez en cuando: “fulanito no te comas eso del suelo, toma otra croqueta”. Sí, hay algunos que son conscientes y me encanta.

Pero sé que podría escribir 1000 post como éste y muchos otros padres seguirían sin entenderlo del todo. Quién sabe, quizá si yo fuera uno de ellos tampoco lo entendería.

Mientras tanto, yo seguiré disfrutando de mis hijos, viéndoles evolucionar a su ritmo y acompañándoles sin forzar (en la medida de lo posible). Manteniendo conversaciones entrecortadas mientras juego a la pelota, cojo en brazos a alguno, doy teta, contesto mil "porqués", soluciono el enésimo berrinche, juego a las cartas con mi hijo, al cucutrás con mi hija... Saber que no todos los bebés son iguales ayuda mucho a no frustrarte y a no hacerles sufrir a ellos.

¡Feliz maternidad!

viernes, 13 de junio de 2014

Las cosas claras y el amor por delante

Comienzo este post sin saber exactamente qué va a resultar. No quiero juzgar, no quiero criticar. Es sólo que hay cosas que me ponen triste. Más concretamente... me alejan. Me siento más sola cuando me invaden.

Hace poco una madre de la bebeteca donde voy con Nora preguntaba cómo se hace para que los niños duerman solos. Su bebé tiene unos 16 meses. No entendíamos muy bien a qué se refería y ella especificó: el “problema” es que su hijo no se quedaba dormido a no ser que ella se tumbara a su lado en su camita. Más o menos en 15 minutos se dormía. Del tirón. Toda la noche. Hasta la mañana siguiente. Ella no se quejaba por tener que hacer esto. Yo no pude evitar mirarla sorprendida y decirle: pero entonces no está tan mal, ¿no? No, si no lo está, pero todos me dicen que ya tiene que dormirse solo. Mi madre, mi familia... la gente. ¿Es así? ¿Tiene que dormirse solo ya? ¿Y cómo se hace? Aquí ya me salió la vena sarcástica. No sé, cuando lo averigües me lo cuentas... No te jode (Lo de no te jode no lo dije, pero es que clama al cielo colega, que llevo casi 4 años sin dormir una noche del tirón).

Creo que algo más dije, algo así como: pues se hace no estando con él, dejándole solo... pero vamos... Y puse cara de “no hace falta que paséis por eso hombre, tú haz lo que quieras, ¿no?” Y entonces otra mamá siguió: dejándole llorar. Tienes que dejarle llorar. Hay un método, yo lo estoy haciendo ahora con mi hija porque... bla bla bla... Mi mente desconectó. Su hija es otra niña de otros 16 meses más o menos que también dormía del tirón.

Me salí de clase. Estábamos despidiéndonos, otras madres ya habían salido. Allí se quedaron ellas dos con una o dos más y estuvieron dentro un poquillo. Supongo que copiando la receta.

Y es que toda la escena me pareció eso, una madre preguntando cómo se hace la tarta de manzana y otra explicando ingrediente por ingrediente.

No llego a entender (y lo digo de verdad) que una madre feliz, que disfruta de su hijo, una madre formada, que no es una adolescente insegura que se ha quedado embarazada sin quererlo... pregunte este tipo de cosas de esta manera. Es como si realmente pensara que hay una manera, sólo una, de criar a un bebé. Como si pensara que hay que hacer cosas muy concretas a edades muy concretas. Como si creyera que hay libro de instrucciones para esto, y que ella no lo tiene y tiene que preguntar la forma correcta de hacerlo todo. La última pregunta que me hizo, antes de que la otra mamá empezara a explicar el famoso método, fue: ¿entonces no hace falta que se duerman solos?

¡Y me lo preguntaba en serio!

¿Por qué este miedo, por qué esta inseguridad? Es como si temiéramos que nos fueran a poner una multa por hacerlo mal. Es como si pensáramos que vamos a traumatizar a nuestro hijo de por vida si no hacemos “lo que hay que hacer”. Y esa inseguridad nos lleva a querer hacer lo que hace la mayoría de la gente, supongo.

¿Pero por qué nos atrevemos a dejar llorar y llorar a nuestros hijos, y no nos atrevemos a dormirles hasta que ellos estén preparados para hacerlo solos? Por qué hay tanto miedo a que un niño sea dependiente y no a que sufra o a que sea infeliz en su infancia?

A mí me pasa justo lo contrario.

Tengo muchas dudas, pero algunas cosas claras. Y cuando tienes ciertas cosas claras todo te va mejor. Y no me cabe en la cabeza que una madre a la que no le importa dormir a su hijo cada noche, deje de hacerlo sin despeinarse porque todo el mundo le dice que lo haga y entonces será que hay que hacerlo.

Es sólo una pequeña anécdota, pero como ésta tengo bastantes.

Sé que las presiones del entorno son fuertes, las de la familia, las de los profesionales de la salud... Otro ejemplo es la lactancia. Una mujer cercana a mí ha tenido un bebé. Le está dando el pecho y lo está pasando mal. Ya ha llegado a la mastitis, después de pasar por grietas, tomas interminables, falta de sueño, dolor, biberones de leche artificial, sacaleches, cansancio, tristeza... Ella nunca ha sentido especial atracción por dar el pecho, se ha dejado llevar un poco pero nunca ha descartado no hacerlo. Sé que para mujeres como ella la presión en las clases de preparación al parto, en el hospital... existe. Ella quiere y no quiere, quiere que sea fácil y no lo está siendo y supongo que no quiere “abandonar”, pero no tiene la fuerza necesaria, el deseo necesario, para afrontar las dificultades y ponerse en marcha para intentar superarlas. Todo ello en pleno post-parto. Sufre.

Tener las cosas claras ayuda. En general. En la vida. Con la maternidad más. Porque te caen ostias de todos los lados.

¿Por qué tiene que ser tan difícil? ¿Por qué nos complicamos tanto?

En este sentido, yo me siento libre en mi maternidad. Libre y fuerte. Poderosa. A pesar de mis dudas. Porque ahora a veces tengo dudas sobre si estoy haciendo bien las cosas (¡y qué fácil es cuando son bebés!) pero sé, y tengo clarísimo, que no podría hacerlas de otra forma. 

domingo, 8 de junio de 2014

Hoy va de libros

No puede ser que mi blog no tenga una sección de literatura infantil, cuidada, interesante, periódica... Cosas de ser un desastre de persona. Pero hoy me apetece, así que os voy a hablar de dos cuentos que me (y nos) gustan mucho:

El primero está recomendado a partir de 18 meses, aunque yo se lo leo a Nora desde el año más o menos. Se llama: ¡Fíjate!, de la editorial Edelvives. Es un libro muy original, en el que las páginas crecen. El dibujo cambia cuando estiras los dos extremos y se abren cual mesa de comedor extensible. Está hecho de cartón duro, grueso y resistente. No es un libro que un peque pueda romper en dos segundos, como los de pop-up. Habla sobre cosas cotidianas como el desayuno, el baño, el juego... Y sobretodo de la amistad, porque es más divertido hacer las cosas acompañado.

A Nora es uno de los que más le gustan. 



 















El otro, de la editorial Kalandraka, se llama Orejas de mariposa, y es precioso. Habla de una niña, Mara, con la que otros niños se meten. Pero ella es optimista, inteligente, libre y alegre, y lo demuestra con las respuestas ingeniosas que da a cada “ataque”. Las ilustraciones son también alegres y muy bellas. El libro es corto y poético, tiene mucha sonoridad, muchas de las frases riman. Lo hemos descubierto porque lo ha elegido Leo este viernes en el cole para leerlo el fin de semana (me encanta esta iniciativa de su colegio), y es uno de los que más le ha gustado. En el enlace de la editorial podéis leer el principio. 




¡Feliz lectura!