martes, 4 de marzo de 2014

El nacimiento de Leo (II)

...Y allí estaba yo, medio a oscuras, aguantando las contracciones... no sé durante cuánto tiempo. La matrona iba y venía (después supe que estaban hasta arriba de partos). A mí me dolían los riñones, y ella le trajo a O. un cojín de semillas caliente para que me masajeara. Yo no podía hablar así que le hacía señas cuando quería que me lo pusiera. También le hacía señas cuando quería que se alejara. A ratos no soportaba que me tocara. Estaba muy concentrada y muy ida a la vez, creo que tenía los ojos cerrados casi todo el rato, miraba hacia dentro de mí, sentía, pensaba en lo que me estaba sucediendo...

También sonreía. ¡¡Me veía ahí, desnuda, pariendo!!... y sonreía.

Las rodillas dolían. Llevaba mucho tiempo a cuatro patas en la cama, y no terminaba de estar cómoda. Me bajé al suelo, pero tampoco. Pedí que bajaran la altura de cama. Estaba cansada, pero sólo porque me dolían las rodillas; necesitaba apoyarlas, pero me dolían! Pensé en sentarme un poco, pero no soportaba apoyar el culo...

O. masajeaba, yo le hacía gestos bruscos y le hablaba con órdenes y gruñidos:

-Camisón!! -Qué? -Camisón!!! (probablemente la primera vez no había pronunciado ni una sílaba bien).

-Grfgkfd!! -Qué?? -(gesto con la mano) -Qué???? -Fuera!!!!! (fuera camisón).

En fin, el pobre aguantó lo suyo.

Hubo un momento en el que empecé a sentir frío. No me cuadraba, ¿cómo podía sentir frío? Se lo dijimos a la matrona, y resulta que se había estropeado la calefacción!!! Fuera había tormenta, lo vi de refilón en algún momento, y había habido algún problema. Recuerdo que Sonia dijo que como no lo arreglaran pronto se iba a tener que llevar al bebé a neonatos, que si hacía frío en la sala de dilatación no podría tenerlo allí después de nacer. Yo pensé: ¡¡sí, y qué más!! Y una vocecilla en mi subconsciente me dijo que no me preocupara de eso ahora. Al rato se arregló, pero mientras tanto me pusieron una manta encima, y allí estaba yo, a cuatro patas encima de la cama, desnuda y con una manta encima... Pensé que era un poco surrealista. Creo que ese fue el momento álgido de mi “ponme el camisón, quítame el camisón, ponme la bata, quítame la manta”. El pobre O. ya no sabía lo que era la bata, dónde estaba el camisón... y cogía lo primero que pillaba y me lo ponía por encima porque yo le gruñía y me impacientaba.

Poco a poco fui dilatando los 2 cm. que me quedaban, creo que tardé más en hacer esos 2 que en los 8 anteriores, no sé por qué, porque yo en teoría estaba relajada, agusto... Después, pensando en ello, creo que no llegué a encontrar la postura idónea, lo del dolor de rodillas me mató, quizá un colchón en el suelo y cojines hubiera sido la solución, de hecho en algún momento pensé en tirar el colchón de la cama al suelo, pero fue un pensamiento fugaz, y como tal se fue y no volví a pensar en ello. Mi pelota de pilates se quedó en el coche, no sé si me hubiera ayudado, aunque no creo, el culo no lo podía plantar en ningún lado. Entre contracción y contracción me relajaba, y esperaba a la siguiente...

Recuerdo que Sonia me hacía tactos de vez en cuando. En ningún momento noté dolor o incomodidad, y en uno de ellos creo que me dijo que estaba en completa y que podía empujar cuando quisiera. Y en algún momento empecé a empujar. Ella me animaba, me decía que lo hacía muy bien, y yo llamaba a Leo entre sonrisas. Ella me decía: ¡vamos, empuja a tu bebé! Me gustaba como sonaba “tu bebé”.

Estuvimos mucho rato. 3 horas, me dijo luego. Así que calculo que empecé a empujar sobre las 16 h. En algún momento rompí la bolsa, a cuatro patas, cómo no, y noté mucho líquido caliente y lo vi oscuro... pero no sabía si era por la penumbra. ¡Llama a la matrona, llámala! Ella vino y me cambió, y cambió las sábanas, y me dijo que ahora las contraccíones a lo mejor me dolían más. Cojonudo, pensé. Pero no fue así.

Yo empujaba... empujaba... Y Sonia vino y me dijo:

-R., llevas 2 horas empujando. Normalmente cuando pasa ese tiempo en este hospital entran los ginecólogos, y se convierte en parto instrumental. Pero la ginecóloga que está de guardia es muy maja, la he dicho que te encuentras perfectamente, tu bebé también, y que nos dé más margen. Dice que sí, pero tienes que darte un poco de prisa, vale? Lo dijo como jodida, noté que no le gustaba esa situación. Yo asentí y nos pusimos a ello. Creo que preguntó: ¿Quieres que te ayude? Yo le dije que sí y me propuso tumbarme en la cama en una postura concreta. Con una pierna encima del hombro de O. y recostada, pero no en horizontal del todo. No lo recuerdo bien, pero la hice caso y empecé a empujar. Creo que ella tenía una mano dentro de mí. En ningún momento me importó.

Decía que el bebé bajaba con mis pujos, eso me animaba. Se fue y yo seguí, cambié un poco de postura, me puse de lado en la cama con una pierna encima del arco del potro. Cuando me vio Sonia me dijo que la naturaleza era sabia, y que me había puesto en una postura magnífica para que la pelvis se abriera y ponérselo más fácil a Leo.

Hubo un momento en el que me dijo si quería tocarle la cabeza, que con sólo meter los dedos un pelín podría. Lo hice, y sí, allí estaba Leo, tan cerca ya...

En otro momento me lié con un cable del monitor y me dijo: mira, te lo quito, total es evidente que estás teniendo contracciones, no hace falta. Te dejo el que vigila al bebé.

Hacia el final yo estaba bastante cansada. Sobretodo por el dolor de rodillas. Empecé a perder la ilusión, la emoción, y me di cuenta de que tenía que desviar conscientemente pensamientos negativos de mi mente. ¿Por qué no salía? Oí gritos en alguna otra sala, una mamá rugiendo, y al poco rato un bebé llorando... Mierda. Y yo aún así.

En algún momento del expulsivo Sonia me dijo que tenía la vejiga llena, que por qué no intentaba ir al baño. Lo hice, pero no tenía ganas. Volví.

En otro momento entró y me djo que el bebé estaba demasiado tranquilo, es decir que estaba dormido y eso no podía ser, que teníamos que despertarlo, y me ofreció otro vasito de leche o zumo (había bebido alguno antes), si no me tendría que poner suero. No no, tráeme leche (o zumo, ya no recuerdo...). Me lo bebí y funcionó, Leo se puso en marcha de nuevo.

Y así llegamos a las siete de la tarde. Llevaba unas tres horas de expulsivo y estaba cansada, desanimada... 

2 comentarios:

  1. Madremiaaa!! Que emocionante! Espero poder leer en la siguiente entrada el desenlace. Acabo de conocer tu blog pero me ha gustado mucho. COn tu permiso me quedo por aquí.

    ResponderEliminar