lunes, 28 de abril de 2014

15 meses



Nora cumplió 15 meses el 16 de abril. La alegría de la huerta crece y crece y ya se va notando que no es un bebé tan pequeño.

Hace un mes dio sus primeros pasitos sola. Llevaba mucho tiempo ya caminando de nuestras manos, le encantaba (y le encanta) hacerlo, y ese día la animamos el papi y yo a caminar de uno a otro, como hicimos con Leo hace ya más de 3 años... y se soltó, y le gustó. ¡Y la tía lleva un mes probando! Sigue pidiendo las manitas, sigue cogiendo su sillita, que usa como andador. Sabe sentarse en ella, impulsarse hacia atrás estando sentada (es su forma de andar hacia atrás), sabe correr con ella, ¡incluso quiere subirse a ella como si fuera un escalón! También aprendió a levantarse ella sola desde el suelo, lo hizo antes de dar esos primeros pasos y lo tiene ya muy controlado. Y sigue llorando y llorando sentada en el suelo cuando quiere desplazarse, en vez de simplemente... ¡echar a andar! Cada vez lo hace más, lo que pasa es que se lo tienes que pedir casi siempre: ¡venga Nora, tú solita! Y entonces se pone en posición, con las manos estiradas, los brazos delante del cuerpo, sonriendo encantada como si dijera: ¡ah vale, andar, gracias por recordármelo, me apetece! Y allá que va toda contenta, cada vez más rápido, probando a hacer giros, a frenarse, a bailar de pie... jajaja. Este fin de semana parece que ya lo ha interiorizado y está mucho más suelta.

Bailar le chifla. Mueve la cintura que parece que se va a descoyuntar y cuando acaba la música aplaude. Y otra cosa que está deseando hacer es saltar encima de la cama. Se sube ella sola y me pide las manos. Se pone de pie y empieza a hacer sentadillas, ¡jajaja! En general le mola hacer todo lo que hace su hermano. Creemos que está también empezando a imitarle en lo de los chillidos, y el otro día se metía todo el dedo índice en la nariz mientras él hacía lo propio y se descojonaba... ejem. Le gusta mucho también que le leamos cuentos (¡y a mí!) y tiene sus preferidos. Se acerca a la estantería y los señala con el dedo, y te mira suplicante: aaaah! aaaah! aaaah! Ahora estamos con ¡Fíjate! y ¿Quién está ahí?. El Bebé Koala y la comida parece que ha pasado a la historia.

Sigue siendo la niña más sonriente del mundo, te mira y te enamora, y parece que lo hace aposta la jodía. Te busca, te llama, te toca... y te encandila. ¡Que se lo digan a su padre! ;-)

La angustia de la separación lleva ya tiempo en su momento álgido. O eso, o es la mamitis propia de mis hijos, esa que a los tres años y medio de Leo sigue en su máximo apogeo. Qué miedo. A veces, cuando voy al baño, viene detrás llorando desconsolada y me espera en la puerta. No puedo dejarla en el suelo porque llora también. Bueno, al final la dejo, claro, pero me cuesta. A la vez, tiene sus ratos de “independencia”. De repente se va a la habitación a jugar, o a un extremo del salón con cualquier cacharrito, o a dar unos paseos alrededor de la mesa... Pero vamos, que es un poco hija-lapa, como Leo. Es lo que hay y lo asumo con gusto y resignación.

Da besos, los lanza también con la mano, abraza, se deja besar... una gozada. Está empezando a defender lo que quiere con energía. Si la coges y ella quiere andar se cabrea que da gusto, se te tira al suelo con fuerza. También sabe decir sí y no con la cabeza, de hecho no la mueve menos de 4 ó 5 veces cada vez y despacito, para que te quede claro, jajaja! A veces parece que dice siempre que sí y que en realidad no capta el significado de la pregunta, pero debe ser sólo a veces, porque otras está clarísimo que contesta con sentido. Además ha aprendido a decir que no moviendo el dedo índice (bueno, ella mueve un poco toda la mano, más rica...). Y la cabrita lo hace cuando sabe que va a hacer algo que no queremos que haga. Te mira, se ríe, hace el gesto... ¡y luego toca el botón del DVD, por ejemplo! ¡Y lo peor es que se supone que yo NO tengo que reírme!

Le gusta mucho su gorra, una que le compré con visera, se la cala hasta los ojos y te la pide dándose golpecitos en la cabeza con la mano. Si no se la bajas mucho lo hace ella. Al rato se cansa y se la quita. Igual que con el babero. Lo acepta pero unos minutillos solo. Y ya no se lo vuelves a poner, lo tiene clarísimo vamos.

Ya dice papá y mamá (aunque no sé si a veces se lía con los dos... Y en general para llamar a alguien dice papá), agua, allí, ten (tren) y ya ta (ya está). Y unos speach interesantísimos en su propia lengua. Me encanta oírla.

Comida: sigue siendo un caos, pero básicamente teta y luego picoteos. Un poco de kiwi a veces, fresas, sopa de fideos y brécol, que son sus platos favoritos, el jamón serrano, el yogur natural sin azúcar (sólo nos queda probar con la leche de vaca varios días seguidos para olvidarnos de su intolerancia), los petisuisse, a veces un poco de galleta, pan... Carne poca y pescado nada. Y por supuesto prefiere no comer a que le des tú la comida. Ella solita se apaña, con sus manos, la cuchara o el tenedor. Conseguimos contenerla con la sopa y el yogur, aunque se lo pasa tan bien que más de una vez se lo dejo para que se lo coma ella sola. ¡Todo un espectáculo!

Sueño: una siesta de una hora (a veces 45 minutos), y por la noche unas diez horas y media u once “bañadas” con unos... 6, 7, 8 despertares. Las noches buenas sólo 2 ó 3, esas noches son la caña. Teta en la boca para dormirse y sigue costándole la vida soltarla (bueno, ¡me cuesta a mí!). ¡Y en cuanto Leo abre un ojo ya está ella sentada en la cama como un resorte! Normalmente él tiene un despertar y se viene a dormir con nosotras, el papi se va a la cama de Leo (que es sobretodo de él, el susodicho papi) y yo acabo con un churumbel a cada lado.

Le están saliendo dos muelas y un diente. Hacía meses que no le crecía ninguna pieza, y por supuesto ahora tres de golpe. Le molestan un poco, babea mucho, se mete las manos en la boca... Y ha habido algunas noches muy malas que creo que han tenido que ver con eso.

Le gusta mucho jugar con la arena, los coches, meter y sacar objetos de sitios varios, sus cubos encajables y para hacer torres, los mandos de la tele, los teléfonos... Pero lo mejor es verles jugar juntos a los dos. Por desgracia es más habitual ver cómo Leo la putea y ella llora, pero también echan carreras y se ríen mucho. Leo la ignora a veces, pobre Nora, es el precio que tiene que pagar por acabar con su exclusividad, pero ella está aprendiendo también y a veces ¡le rechaza! Hace unos meses esto era impensable. Y oyes a Leo llamándola: ¡NO-RAAAAAAA!! Y ella en el salón conmigo sonriendo y diciendo que no con la cabeza, jajaja.

Y así pasan sus meses, con los abuelos algunas mañanas y algunas tardes, y el resto del tiempo con nosotros. Feliz, mimosa, con su teta, con su sonrisa, con sus orejitas de soplillo y sus cuatro pelos, taaaaan bonita... Y haciéndonos felices a nosotros.

viernes, 25 de abril de 2014

Dudas




Dentro de unos días Leo cumplirá tres años y medio. En todo este tiempo he disfrutado de él cada día y cada noche (excepto aquella primera, y las del hospital cuando nació Nora). Hace poco en el blog Mamá sin Complejos leía una pregunta: ¿Me estoy equivocando?


La gran pregunta.

En mi caso también es un ¿lo estoy haciendo bien?; que viene a ser casi lo mismo.

Tengo bastante claro cómo quiero criar a mis hijos. Sé que en muchas cosas me alejo de “la mayoría”. Lo pongo entre comillas porque cada familia es un mundo y realmente diferimos y nos parecemos en más cosas de las que creemos. Pero la experiencia en estos tres años y medio me lo deja claro: me he encontrado con muy pocas madres (o padres) que hayan criado a sus bebés a tiempo completo durante tanto tiempo. Incluso sin estar trabajando, casi todas las que yo he conocido han acabado metiendo a sus hijos en una escuela infantil (al año o a los dos años). La idea de criar tú misma a tus hijos no resulta demasiado atractiva en esta sociedad. Además, casi no me he encontrado con madres que piensen que es bueno dormir con los hijos, que es bueno dar el pecho más allá del año, que no existe el exceso de mimos... A lo largo de estos años he escuchado hasta la saciedad que en la guarde socializan y espabilan y es bueno para ellos, que son muy listos y no hay que dejarse engañar por sus llantos, que se tienen que acostumbrar (a todo, básicamente)... Casi no he encontrado gente que actúe o piense como yo en cuanto a la convivencia con nuestros bebés e hijos; los problemas no son los mismos. Las inquietudes son otras.
Por supuesto en algunas cosas sí he coincidido con bastantes padres y madres. Pero la esencia, el fondo, la filosofía... Lo que significa para mí educar y cómo quiero hacerlo... No suele estar muy bien aceptado. A casi todos les parece que mimo o malcrío a mis hijos, o que les tengo demasiado en cuenta. Que no es sano para un niño estar tanto tiempo con su madre o que tienen que ser más independientes, ya desde bebés. Casi nadie entiende que respete que mi hijo mayor no quiera dormir fuera de casa, casi nadie entiende que aunque yo me muera por irme a un concierto con mi chico, prefiera esperar felizmente a que ellos (mis hijos) estén preparados para dormir sin mí. Casi nadie entiende que a pesar de esto, tenga derecho a quejarme. No entienden que no me guste que los niños tengan que hacer deberes o seguir demasiadas normas en el cole (en infantil sobretodo), no entienden que no me guste cómo está montada la escuela tradicional, no entienden que coja siempre a mi niña en brazos cuando me lo pide. No entienden que no piense que es una tirana o una listilla y no entienden que no sepa que tiene mucho morro. Y que conste que yo a veces la digo mientras la cojo: ¡qué morro Nora...! Y luego le doy un beso, jajaja.

Yo estoy segura de lo que quiero hacer, pero a veces me sale mal. No quiero castigar a mi hijo pero no encuentro otra salida. No quiero perder los nervios pero los pierdo, no quiero gritar pero grito. No quiero ser autoritaria porque sí, por mis cojones, y sí, a veces actúo de esa forma. La verdad es que muy a menudo me sale mal. Y muchas veces pienso si no estaré perjudicando a mi hijo al no llevar a la práctica siempre lo que tanto predico.

Por otro lado, la duda de si me estaré equivocando al estar tanto con ellos y al criarles como pretendo está ahí, claro. Hasta ahora había aparecido pocas veces, pero Leo se va haciendo mayor y sigue tan apegado a mí que va surgiendo cada vez más a menudo. Para colmo, me sale un niño con dificultades para interactuar con los demás... Pero entonces me digo a mí misma que cómo es posible que para un bebé sea malo estar con sus padres cada día. Viviendo, compartiendo, yendo al parque, viendo a otros niños, sí, sin estar encerrado en una burbuja, acompañándome allá donde yo voy. Estando con los abuelos también, poco a poco y cada vez más tiempo según se hace mayor (hoy por hoy todo el día sin problemas y feliz). Yendo a cumples e inflándose a tarta, bailando en casa y corriendo en la calle (o pidiendo brazos, jajaja). Y coño, no puede ser que todo esto sea menos sano que estar en una escuela infantil desde los... 12 meses, por ejemplo, 7 horas al día. Con una educadora para 14 niños, sin que te hagan caso la mayor parte del tiempo excepto para cubrir las necesidades más básicas (porque las educadoras no dan para más, no porque sean malísimas personas). Y entonces llego a la conclusión de que mi hijo ha tenido mucha suerte de poder ir a su ritmo durante los primeros años de su vida, o al menos al ritmo de su madre, y no al de la media de una clase o al de unos objetivos curriculares. Y que eso le ha beneficiado, le ha hecho más seguro, más fuerte, más él mismo. Y que nos hemos levantado sin prisas durante casi tres años, y nos hemos dado amor cada día, atención, compañía... Y que he aprendido mucho de mi hijo, y ahora empieza otra etapa que también me parece positiva, aunque es más dura. Y espero poder seguir dándole el mismo apoyo que antes. A pesar de la preguntita, a pesar de esos ¿me habré equivocado?¿estaré perjudicando a mi hijo?, sé que hemos sido unos privilegiados. Que lo seguimos siendo. Y sin culpas, y sin credos, seguiré haciendo las cosas según me salgan del corazón e improvisando un poco, e intentando respetar a mi hijo como ser humano que es, e intentando ser su guía y enseñándole las normas básicas para vivir en sociedad, acompañándole cuando lo necesite, poco a poco y con paciencia.

Eso sí, qué bonitas las excepciones, ¿eh? Cuando hablas y hablas y la otra persona asiente y sabes que te comprende perfectamente, cuando no hace ni falta explicar las cosas, cuando notas que sí, que en una charla de 4 horas sobre maternidad y crianza estaríais de acuerdo en prácticamente todo lo importante, y entonces es guay porque no hace falta mantener esa charla, vas directamente a los desahogos o a las anécdotas. Hay algunas personas así en mi vida, unas más cercanas, otras menos, algunas muy importantes. Pocas, pero valiosas. Te hacen crecer de repente, te empoderan.

Siempre es mejor si no estás sola. Y no lo estamos... ¿verdad?


miércoles, 23 de abril de 2014

Del 4 al 11

Vale vale, perdón. Así por resumir, semana santa superada. No ha sido tan terrible. La casa rural un acierto, a los niños les gustó y a nosotros además nos ayudó a pasar las vacaciones más entretenidos y sin la sensación de no poder más. Un poco de campo, caballos, burros, pelota, flores, columpios, paseos, bichos varios y vuelta a casa. 

Y aquí, pues buen tiempo que siempre es un punto a favor, parque, amigos (amigos de los adultos, otro gran punto a favor), buen humor después de un poco de mal humor (sí, otra vez los papis estresados) y de repente... ¡ya es lunes y el martes al cole!

Ha habido rabietas también, por supuesto. Leo no es Leo sin sus rabietas. Y más de una muy gorda. Pero lo hemos pasado muy bien. La vuelta al cole parece que sin traumas, aunque el martes hubo cumple de amiguitos de clase por la tarde, en un parque de bolas donde los padres no podíamos estar, y aunque aparentemente estuvo las dos horas que duraba muy bien y contento, al llegar a casa la lío parda. Quizá fue demasiado estrés para él, primer día de cole y además eso... Era la primera vez que estaba en un cumple así, tan organizado, sin padres, haciendo filas, poniéndose petos... A mí me pilló por sorpresa, no me lo esperaba. En fin.

Y yo sin muchas ganas de escribir, un poco vaga, a ver si retomo alguna rutina y descanso un poco más que llevo unas noches mu malas.

¡Nos vemos!

lunes, 14 de abril de 2014

Día 3



¡Qué bien hemos dormido! La vida es de otro color así. Leo del tirón en su camita, 11 horas largas. Nora se ha despertado muy poco, no sabría decir cuántas veces, eso es buena señal. De hecho no recuerdo ninguna vez desde que me dormí, aunque O. dice que la ha oído.

Los cuatro en la cama recién despiertos a las 9. Contentos y jugando, abrazados, hasta que Leo empieza a hacer el burro tirándose una y otra vez encima de su padre. Al final le cae bronca. ¿Esto no lo escribí ayer? Ah sí, que pasa toooodos los días, es verdad.

Nada, no tiene importancia. Somos expertos en diluir los ataques de mala leche repentinos. El día avanza, yo juego con Leo, papá juega con Leo. Nora juega también con todos, bueno con papá sobretodo pide brazos (a falta de teta...). Risas, bronca, risas, más risas, juegos, bronca... Nos vamos al parque un rato. ¡Qué calor! Leo practica sus saltos, ahora quiere saltar desde todos los sitios. Considera que es algo muy “de mayores”. Nora se entretiene mirando a los niños y en el tobogán.

Volvemos a casa y hay sopa de cocido con zanahoria. Montones de zanahoria que Leo come y come. Nora mientras tanto está durmiendo la siesta, hoy ella comerá después. A las 16:30 vienen los abuelos y se llevan a los niños. Nosotros aprovechamos para organizar las comidas de nuestras vacaciones, la lista de lo que hay que llevarse y la lista de lo que compraremos allí. Me ducho, hacemos la maleta intentando dejar lo menos posible para mañana, cargamos unas pelis en el portátil (hay wifi en la casa pero nunca se sabe), guardo unos juguetes también... Y ya. Queda un rato para que vuelvan los niños y entremos en la lucha por ducharse, en la dinámica de cenas y e irse a la cama, y cada uno se relaja como más le apetece. Yo, entre otras cosas, empiezo a escribir esta entrada.

Y a final resulta que no hay tanta lucha, porque Leo está emocionado con el viaje, ve las maletas al llegar a casa y se ducha tranquilamente porque le decirmos que cuando acabe puede pasearlas por la casa. Se come el brécol porque le decimos que mañana en la casa rural vamos a hacer pasta. ¡Está contentísimo y con muchas ganar de irse!

Después de cenar se sienta en el sofá a terminar de ver Bob Esponja mientras Nora hace prácticas de andar sola, sin manitas ni su silla (que usa como andador); está feliz y orgullosa mientras va de papá a mamá y vuelta una y otra vez. Le falta poco, muy poco para soltarse definitivamente. Sabe ponerse de pie desde el suelo sin apoyos y empieza a saber frenarse.

Mañana del tirón, nos levantamos, desayunamos, nos preparamos, terminamos de guardar las últimas cosillas... ¡y hacia nuestra casita rural! Hay que parar a echar gasolina, a comprar un par de cosillas, a sacar dinero... ¡Y además soy una novata al volante! ¿¿Lograremos llegar antes de la hora de comer??

Los días 4 y 5 los dejo en stand by. El día 6 (o 7, no me comprometo) nos vemos.

Buenas noches... ¡y a pasarlo bien!

sábado, 12 de abril de 2014

Día 2


Estoy reventada. Y no por el día que hemos tenido, sino sobretodo por la noche que he pasado. Leo se despertó empapado en sudor y sentado en el suelo a los pies de su cama (al menos así me lo encontré yo). Se vino a dormir conmigo y se pasó una hora gimiendo y gritando. Nora se despertó un par de veces en ese intervalo. Esto debió ser hacia las 2. Yo me desvelé y no me dormí hasta las tantas. Esta mañana Nora ha aguantado hasta las 10, ¿o eran las 9:30? Da igual. Leo llevaba un ratín despierto y a mí me ha costado ponerme en marcha. Se ha llevado unos cuantos gritos; a veces, cuando estoy así, cansada y de mal humor por dormir poco, mi paciencia se esfuma. Las mañanas no son lo mío, soy más bien noctámbula. Él me pedía que jugáramos juntos y yo ni había desayunado, se tiraba encima de mí, me agobiaba, sí, no lo puedo evitar, es como una pequeña lapa. O. me decía que relajara y a mí me costaba. Dice (y tiene razón) que no debo regañarle por eso porque es su forma de establecer contacto físico conmigo, su forma de abrazarme, de demostrarme cariño... Lo sé, pero a veces no lo soporto. Es muy bruto, hace daño y no se da cuenta, se lo dices y no le importa, es más, se empeña más en ... en... ¡no sé, en intertar atravesarte! En esos momentos por mi cabeza sólo pasan imágenes de niños jugando felices con sus juguetes, imaginando historias, mientras sus padres intercambian... qué sé yo, un par de docenas de frases seguidas.

Ha habido lloros, le he castigado en la trona más de una vez porque no me dejaba en paz y no me hacía caso en nada. Al final le hemos puesto dibujos en el ordenador, O. se ha llevado a Nora a dar un paseo y yo por fin he conseguido relajarme. Serían las 13 h.

La tarde ha subido el nivel del día. Habíamos decidido ir al centro, por eso hemos aguantado la mañana en casa con Leo. Hemos aprovechado para ducharnos y Leo se ha dado un buen baño con sus cubitos, disfruta un montón en la bañera salpicando y nadando, como él dice. Se parte de risa. Y Nora encantada mirándole e intentando tocar el agua apoyada en el borde. Vamos, que no toda la mañana ha sido un infierno.

Para Leo lo mejor de ir al centro es el viaje, porque vamos en tren. ¡Le encantan los trenes! Desde la ventana de nuestra casa se ve la vía del metro y desde muy pequeñito veía los trenes pasar. Además hasta hace un año yo no tenía coche e íbamos a todos lados en transporte público. Hemos ido en metro y hemos hecho transbordo al cercanías hasta Atocha. Imagináos, se lo ha pasado pipa. No para de preguntar el nombre de las estaciones, y mira mamá, y se ve esto, y se ve lo otro, y ahora un túnel, y ahora vamos a ver cómo se va este tren... Después paseíto corto hasta el Caixa Forum y ha empezado a llover, nos hemos metido en una cafetería que tenía ganas de conocer, Cups and Kids, y allí hemos merendado y jugado hasta que la lluvia ha cesado y nos hemos vuelto a casa con Leo encantado otra vez y Nora luchando por bajar de nuestro regazo para darse un paseo. Esta niña no para quieta.

Día 2 superado, sólo espero dormir más esta noche. Mañana toca hacer la bolsa, mirar la ruta a la casa rural, pensar qué comida llevamos y qué compramos... Serán sólo dos días, pero con estos dos terremotos hiperdemandantes cuanta más organización mejor, por desgracia para mí.

¡Buenas noches!

Día 1



Comenzamos el viernes a las 8 de la mañana. Bueno, comienza el papi que es el que se levanta con Leo. Mamá y Nora duermen hasta las 10:30, ¡yuju! Por lo visto papi se ha tenido que morder la lengua en varias ocasiones pero ha aguantado como un campeón. Yo me levanto y sí, constatado: Leo está puñetero. A las 12:30 hemos quedado en el centro comercial con varias mamás del cole para comer. Papá se libera y yo me voy para allá.

Las mamás del cole, o en general “las otras mamás” se merecen post aparte; sólo diré que desde las 12:30 hasta las casi 16:30 que estoy allí, me tensan más ellas que mis dos hijos. ¿Cómo puede ser que ellas regañen a sus hijos por todas las cosas por las que yo no regañaría al mío, y viceversa? Nos sentamos a comer en una mesa larguísima (somos 6 adultas, 6 niños y 4 bebés) y soy la única que se sienta al lado de su hijo. Las demás les mandan al otro extremo de la mesa. Conclusión: estoy rodeada de niños, no me llega la comida y no me entero de las conversaciones. Bueno, no importa. Prefiero poder ayudar a mi hijo a bajarse de la silla si lo necesita, o poder hablar con él si me pregunta algo sin tener que dar gritos. Y lo más impontante: sé que él prefiere que yo esté cerca y se va a sentir más seguro así.

Me doy cuenta una vez más de que mi hijo es diferente en muchos aspectos (¿o a lo mejor es nuestra forma de relacionarnos entre nosotros la distinta?), que me reclama más, que es “más niño”, menos espabilado o como quiera decirlo la gente. Más inocente, más tímido, también más dependiente de mí... Y no me importa en absoluto, le veo divertirse, le veo contento. A veces tengo que animarle a jugar con los demás, le doy las pautas iniciales, pero enseguida coge el tranquillo. Bien.

Juegan, suben en las atracciones, se pelean, comen un helado, nos vamos fuera, corren y saltan... Mientras, yo oigo a qué meses aplicaron el método Estivill las otras madres a sus hijas. Bueno, qué se le va a hacer. Es lo que hay y son las mamás de los compañeros de clase de Leo, no voy a meterme en batallas perdidas de antemano. Son majas, unas más que otras, son las mamás del cole, tampoco es necesario que sean mis almas gemelas. Y sé que a mi hijo le viene bien juntarse con otros niños, aprender cada vez mejor a jugar y a relacionarse, y sé que le podemos ayudar estando con él y con sus amiguitos. Me compensa.

La cuestión es que para mí hay cosas que son propias de los niños, de ser niños, y ni merece la pena ni es justo para ellos empeñarnos en que no las hagan o en que se comporten de forma diferente. No digo que no puedas quejarte, no digo que tengan que gustarte. Ni siquiera pienso que no haya que regañarles a veces. Puedes intentar que no las hagan en un determinado momento, puedes intentar que empaticen contigo y por un extraño milagro acepten tus condiciones, puedes ir soltanto tu chapa de adulta, poco a poco se les irán quedando todas las convenciones y normas sociales y también lo que está “bien” y lo que está “menos bien”, pero yo asumo que esas “cosas de niños” son normales y ni hay que poner el grito en el cielo ni hay que luchar a muerte contra ellas. No pedir perdón, pegarle un manotazo a un amiguito o quitarle un juguete en medio de un juego, no aguantar en la silla sentado más de 10 minutos seguidos, pillarse un berrinche... Quizá hay que ir intentando que se controlen poco a poco pero desde luego ni imponerlo ni actuar como si tu hijo le hubiera dado una patada en la boca a otro.

A la vez, hay una extraña obsesión por que “se apañen solos” y por menospreciar lo que sienten; cuando uno llora pidiendo su juguete y el otro no se lo da no hay que intervenir, “que espabile”. Cuando se queja de que sus amiguitos no le dejan jugar es un chivato... Aparte de que parece que todo se basa en las apariencias, porque en más de una ocasión he visto a un niño hacerle de rabiar a otro una y otra vez, y la madre tan tranquila en el banco del parque. Eso sí, si le pega ya sí, ya entonces le cae un broncón (que no digo que pegar no tenga importancia, pero hay algunas otras cosas que también).

No sé, sé lo dificil que es ser coherente pero a veces pienso que vivo en el mundo al revés.

Bueno, que me despisto. Nora se porta muy bien, se divierte, Leo se porta muy bien y se divierte también. A las 16:30 les llevo con los abuelos a pasar la tarde y Nora por fin cae rendida en el coche. Ahora me toca descansar y tomarme un pedazo de café en casita. Relax, quedarme casi traspuesta en el sofá mientras trasteo en internet (mientras no hago nada, en resumen. Qué placer) y luego salir a tomar algo con mi chico. A las 20:30 llegan los niños, Leo es un terremoto y tiene que liarla un poco para liberar adrenalina, pero se solventa sin problemas. Hoy no hay ducha así que un conflicto menos. A las 21:30 está sopa. Nora un poco más tarde, a las 22:15.

El balance es positivo, primer día superado sin (casi) gritos y sin chungueríos. 

¡Buenas noches!

lunes, 7 de abril de 2014

La vida sigue


















 

 Comenzamos la semana previa a semana santa. El viernes ya no hay cole. Once días por delante en los que intentaremos no volvernos demasiado locos. 

Es lo "malo" de tener mucho tiempo en el día a día para estar con tus hijos. Que llegan estos momentos de vacaciones y no los coges muertita de ganas como les pasa a otras familias. Simplemente es más de lo mismo, pero sin que Leo esté en el cole de 9:30 a 13 h., cosa que por otro lado es un pequeño descanso para nosotros (lo de que vaya esas tres horas y media, no lo de las vacaciones). 

Así que ya veremos qué tal nos va, no sé si hacer un contador de berrinches/rabietas, de noes gritados, de suspiros, de pensamientos impuros... En fin, lo dejaremos estar.

Sólo por poneros un poquito al día, sí, el pequeño adolescente sigue metido en su papel de adolescente pero queriendo estar conmigo cada segundo, y la pequeña Nora a puntito de cumplir 15 meses y dando pasitos sola como una suicida, porque la tía se tira en plancha y no termina de mantener el equilibrio.

Y los sufridos papás con la enésima crisis recién superada; yo no sé cómo lo hacemos, nos debemos de querer mucho porque yo me veo al borde del abismo cada cierto tiempo. Qué ganas de tener más tiempo para nosotros, amor... (sí, lo sé, todo llegará) :-)