Son las ocho y media de
la tarde. Ola de calor en Madrid. La casa está sellada aunque el sol
se cuela a través de la persiana. Mi casa está orientada al
suroeste y no tenemos cortinas.
El ventilador en posición
2 frente a mí. Estoy tirada en la chaiselongue con una
coca-cola sin cafeína que voy apoyando en la trona. Llevo una hora
leyendo, en silencio. ¡En silencio!
Al peque se lo han
llevado los abuelos al centro comercial, a pasar un par de horas.
Allí no hace calor y además a última hora activan unos chorros de
agua en la entrada para que los niños jueguen, salten, se empapen...
Nos lo traen a las 21:30 h.
La verdad es que estos
momentos de paz no son muy habituales desde que nació Leo, y es
curioso, pero no los echo demasiado de menos. Hasta que me encuentro
con ellos de bruces y parece que me acuerdo de lo que eran y me digo:
"¡aahhh claro, qué lujo!". Me encanta estar con mi hijo, disfruto
mucho de mi tiempo con él y no suelo tener la necesidad de
“desconectar”. Creo que tengo suerte, quiero estar todo el rato
con él pero cuando no lo estoy también estoy a gusto. Sobretodo
porque cuando no estoy con él es porque está con los abuelos (o con su padre, claro). Sé
que se lo pasa genial con ellos, está cerquita y le veo irse
contentísimo mientras me dice adiós con la manita. Supongo también
que esto es así porque puedo permitirme estar con él a todas horas.
Si tuviera que trabajar, llegaría corriendo a casa para aprovechar
las 4 ó 5 horitas como mucho que podría pasar con él cada día y
creo que no llevaría tan bien el tener que compartirlo con el resto
de la familia.
También influye que el
papi está con nosotros casi a tiempo completo (y ahora sin el casi,
que está de vacaciones). La crianza es mucho más placentera si no
estás sola todo el día, si cuando te sientes desbordada puedes
apoyarte en el otro. Todo se hace más fácil, menos cuesta arriba,
te relajas más. Mi chico y yo nos turnamos a veces y mientras yo
juego con Leo en el salón él se va al estudio, o yo me quedo
reposando después de comer mientras él le duerme y recoge la cocina
después. Y siempre hay tiempo para una ducha.
Sé que esto no será así
siempre; estos momentos a solas, sabiendo además que tienes todo el
tiempo del mundo para estar con tu pequeño, son geniales. De momento
todo cambiará en enero cuando llegue una lindísima muñequita a
trastocarlo todo... ¡¡y lo estoy deseando!! Ójala todos los
cambios supusieran tanta felicidad añadida.
Por cierto, estoy ya de 17 semanas y empiezo a notarla un poco... ¡qué ganas de que se muestre más!
Hola preciosa!
ResponderEliminarDisfruta de esos momentos de paz, que con dos es más difícil tenerlos, pero como tú dices, es maravilloso estar con nuestros hijos.
Un besazo enorme!
Por cierto, tengo ganas de verte, a ver si quedamos.
Bichilla, se me pasa muy rápido tu embarazo!!! Son escasos los momentos de soledad, no? pero se saborean, como un rico helado!
ResponderEliminarHola :) me encantan tus historias, http://lafemmedemavie.wordpress.com/2012/08/21/premio-liebster-blog-y-el-primero/ por cierto, tienes un premio en mi blog :)
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